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La Empresa Ególatra. ¿Es La Tuya Una De Ellas?

La Empresa Ególatra. ¿Es La Tuya Una De Ellas?

La Empresa Ególatra - Joel Pinto RomeroEn días pasados, ocurrió que he tenido la oportunidad de leer varios artículos muy interesantes en los que se hacía referencia a la empresa “ególatra”, es decir, aquella empresa manejada por una persona con profundos problemas de ego, y los perjuicios que el tener un jefe de este tipo podría tener para el desarrollo, incluso para la propia supervivencia del negocio.

Y la lectura de estos artículos me llamó mucho la atención porque me vinieron a la mente con toda claridad momentos que he vivido en los más recientes años de mi vida profesional.

Situaciones en las que mis compañeros de trabajo para aquél entonces sencillamente bajaban la cabeza y hacían silencio ante los continuos atropellos de un jefe que se creía la octava maravilla del mundo, y que le pagaba las nóminas a sus empleados sencillamente cuando le daba la gana.

O bien, el propietario de una empresa con la que colaboré, para quién su propio ego le hacía imposible analizar de forma objetiva el mercado y le impedía reconocer que su producto era sencillamente uno más del montón, y que su empresa era otra más dentro de un universo de competidores mucho más preparados, reconocidos en sus propios nichos, y con propuestas de posicionamiento mucho más solventes y mejor argumentadas.

Una empresa dirigida por un personaje ególatra pierde la capacidad de entender lo que el mercado, tanto interno como externo, le quiere decir.

Realmente es triste ver cómo tu ego como propietario del negocio puede interponerse entre el mercado y tu empresa, cerrando para ti la oportunidad de crecer y desarrollarte como Dios manda.

Es triste ver como tu empresa podría llegar más lejos, si escucharas las quejas que tus empleados hacen con sus silencios, y no tomaras sus cabezas bajas como signo de aprobación o, aún peor, de una sumisión que te hace sentir todopoderoso e invencible.

Es triste ver como tu empresa podría llegar más lejos, si te dieras cuenta que tus empleados, proveedores y clientes, son los activos más importantes que puedes tener, y no tomaras tu negocio como un lugar para ventilar tus profundas carencias personales.

 

¿Cuál debe ser tu primer tratamiento de choque? Una gran dosis de humildad.

 

Recuerda que en el mundo existen millones de empresas. Muchísimas. En tu país, existen millones de empresas también. En tu sector o industria, pasa exactamente lo mismo. De igual manera, productos como el tuyo, existen también muchos.

Lo que te quiero decir con todo esto es que, lo peor que puedes hacer, es pensar que todas las cosas giran en torno a ti y tú producto, porque no es verdad. El único que se está engañando eres tú mismo y nadie más. Lo que pasa es que tu ego no te permite ver la realidad.

Para dejar de ser un jefe ególatra, debes comenzar por reconocer que el mundo no gira alrededor de ti.

Y si vamos un poquito más allá, tampoco es cierto que el único cliente que tus proveedores pueden tener eres tú, así como tampoco es cierto que el único lugar donde tus empleados pueden trabajar, es tu empresa.

Lamentablemente, tu personalidad ególatra simplemente te aislará de tu entorno, te impedirá ver la realidad que hay delante de ti y no te dará la oportunidad de crear un verdadero equipo de trabajo, talentoso y productivo, simplemente porque nunca tendrás la oportunidad de contratar a alguien mejor que tú porque, o piensas que alguien así no existe, o porque lo verás como un competidor que te quiere quitar el puesto o quedarse con tu negocio.

Tu negocio podrá crecer solamente cuando estés dispuesto a despedir a tu ego, ceder el control, delegar tareas y confiar que la gente que te rodea está capacitada para hacer el trabajo que se le pide.

Sé que este baño de humildad es un acto muy difícil si eres un jefe ególatra, pero es estrictamente necesario si quieres sacar a tu ego del camino.

 

No te rodees nunca de gente aduladora o que siempre te dé la razón: No te ayudarán a crecer.

 

Una frase que me estuvo dando vueltas en la cabeza luego de esta lectura, era la siguiente: “El ególatra se rodea de una camarilla de acólitos que siempre le da la razón”.

Y me pareció espeluznante. No solamente por lo triste y solitaria que debe ser la vida profesional de un jefe al que siempre le dan la razón, sino por la referencia que hace a que un equipo de profesionales que tiene esta actitud hacia su jefe, por las razones que sean, es una “camarilla de acólitos”.

¿Cómo podrás darte cuenta de que necesitas cambiar, si la gente que te rodea te dice que todo está perfectamente bien? ¿Cómo sabrás que eres un jefe insoportable, si nadie te lo dice?

Rodéate siempre de gente profesional, capacitada y que esté dispuesta a llevarte la contraria cuando sea necesario.

Recuerda que no tiene sentido que contrates a personas inteligentes y después les digas en todo momento lo que tienen que hacer. Debes contratar a personas inteligentes y preparadas para que sean ellos quienes te digan qué tienes que hacer, y debes estar entonces dispuesto a escucharles con atención.

No permitas nunca que la gente que trabaja contigo se convierta en una “camarilla de acólitos que siempre te dan la razón”, porque desde ese momento en adelante, tu empresa está sentenciada al fracaso.

Si te tomas una buena dosis de humildad y dejas a un lado ese parte perversa de tu ego, esa que tanto daño le hace a ti y tu negocio, podrás entonces comenzar a construir verdaderas relaciones de mutuo beneficio con los tres activos más importantes que tu empresa tiene: tus empleados, tus proveedores y, el más importante, tus clientes.

Y es este momento en el que tu ego se quitará de tu camino y podrás realmente caminar hacia el logro de muchas cosas, muy positivas.

 

Artículos que te recomiendo leer:
Los peligros de un «egolíder».
Las 5 actitudes del jefe ególatra.

 

Y de este blog:
El Modelo de Gestión Del Saco De Naranjas.

 

“La Empresa Juega Con Las Necesidades De Los Empleados”

“La Empresa Juega Con Las Necesidades De Los Empleados”

“La Empresa Juega Con Las Necesidades De Los Empleados” - Joel Pinto RomeroY esta no es una frase que dije yo. Me la dijo el gerente regional de ventas de una importante multinacional para la cual trabajé hace ya un tiempo.

Pero para que entiendas completamente el sentido de la frase, déjame comentarte el entorno en el que me la dijo.

Unas semanas antes, la empresa había decidido quitarme el coche que me había asignado y con el cual había estado trabajando los últimos años, y se lo asignaron a uno  de mis compañeros.

Obviamente, el mensaje que recibí fue claro: la compañía no estaba contenta conmigo y había decidido presionar de alguna forma, o bien para que renunciara o bien para que aumentara mis números de ventas.

Y por supuesto, al quitarme el coche y siendo que lo que yo estaba haciendo en aquel momento eran ventas puerta a puerta, mi capacidad para moverme de un sitio a otro, incluso para llegar a la oficina para las reuniones de la mañana, se había visto severamente disminuida.

Durante las primeras tres semanas, tuve la suerte de que un querido amigo que se iba de viaje para Miami por ese tiempo, me dejó su coche en calidad de préstamo, y así fue que pude trabajar.

Ya luego que devolví el coche que me habían prestado, decidí rentar uno por una semana para poder seguir trabajando. El chiste me costó algo así como 250 euros, seguro incluido. Al final de la semana, ya estaba claro que así no podía continuar y tomé la decisión de hablar con el gerente en cuestión.

 

¿Qué haces si tu empleado no quiere renunciar, pero tú quieres que se vaya?

 

La lógica y la legalidad indican que si tú como empresa has decidido que un empleado no sirve para lo que le contrataste y quieres despedirlo, debes calcular el dinero que te toca pagarle según lo dice la ley, prepararle el cheque (o transferencia, si así prefieres) y los documentos correspondientes, notificárselo a  tu empleado y listo. Un buen apretón de manos y ya está.

El empleado queda libre para hacer su vida y tú quedas libre para contratar a una persona que pueda hacer el trabajo de forma adecuada.

Lamentablemente la realidad que vivimos hoy en día se aleja de lo que indican la lógica y la legalidad. Tengo muchos amigos que han vivido una situación de este tipo: La empresa ha decidido que quiere echarlos, pero no quiere tener que pagarles lo que indica la ley, sobre todo cuando son esos empleados que tienen muchos años trabajando para la empresa.

¿A qué acciones han recurrido entonces para quitarse de encima las obligaciones económicas que tienen con el empleado, según la Ley?

Recurrir a prácticas ilegítimas para presionar a un empleado a que renuncie, no es solamente ilegal sino deshonesto.

Pues a prácticas que son altamente cuestionables y definitivamente deshonestas, siempre desde mi punto de vista, claro está:

  • Dejar de pagarle a sus empleados las nóminas que les corresponden, con la excusa de que el país está en crisis y todas esas historias.
  • Exigir a los empleados que trabajen muchas más horas de las que habían acordado inicialmente, sin pagarles por ello.
  • Exigir a los empleados que asuman roles dentro de la empresa para los que no se les había contratado inicialmente.
  • Reducir los jornales, las prestaciones o desmejorar las condiciones laborales del empleado.

Te cuento que de estas cuatro cosas que te he mencionado arriba, yo he vivido personalmente dos. Supongo que habrán muchas otras prácticas, aún más cuestionables, pero bueno… el objetivo de este post no es llamar la atención sobre las prácticas, sino hacerte reflexionar un poco acerca de la gran importancia que tienes tú, como empresario, dentro de toda esta historia y como puedes ser un agente de cambio en una sociedad que lo pide a gritos.

 

Es entonces cuando comienzas a jugar con las necesidades de tus empleados.

 

Todo comienza como un chistecito: “Mira, Francisco, tienes que ponerte las pilas, porque en la calle hay muchas personas que harían lo mismo que estás haciendo tú por la mitad de la paga”, o “Lamentablemente no hemos podido pagarte la nómina este mes porque tenemos un cliente que nos falló con un pago”.

O el peor que me ha tocado escuchar, de la boca del gerente regional que te comenté al principio: “La empresa te ofrece 3,000 euros de liquidación. Tu abogado dice que son 6,000. Pues lleva a la empresa a juicio y esperemos a ver que se decide en la Corte”.

El dinero que pagas a tus empleados, debería ser tan sagrado como la fidelidad que les pides tener hacia tu empresa.

Obviamente el llevar a una empresa a la Corte implica un proceso que puede demorar años. La empresa lo sabe y por eso hace lo que hace. El gerente en cuestión continuó con su discurso prepotente y arrogante diciendo: “Tú escoges: Si quieres esperar a que salga el juicio, quién sabe dentro de cuanto tiempo, o si coges tu dinerito ahora, te quedas tranquilo y no peleas.”

Y finalmente, como la guinda del pastel, agregó: “A la empresa le da igual pagarte mil, 5 mil o 10 mil euros. La empresa sabe que tú no puedes esperar y que terminarás aceptando”.

Y es aquí donde quisiera invitarte a reflexionar: ¿Quieres que tu empresa sea reconocida por este tipo de historias? ¿Es esta la imagen que tú quieres crear de tu empresa en la comunidad? ¿La de una empresa que no cumple con las obligaciones económicas que tiene con sus empleados?

A veces, como dice una querida amiga mía, “hay que aprender a darle la vuelta a las cosas y verlas desde otro punto de vista”, ¿qué pasaría entonces si esta situación te tocase vivirla en carne propia? ¿Cómo te sentirías?

Y si te sentirías así, ¿entonces porque esperas que tu empleado se no sienta lo mismo? ¿No resultaría más fácil hacer las cosas bien y dejarle un sabor de boca agradable a todo el mundo?

 

Crédito fotografía: rawpixel en Unsplash

 

Te recomiendo leer los siguientes artículos de este blog, que complementan el tema de hoy:
PyME también se puede escribir con G de Grandeza. 
Responsabilidad Social Corporativa: ¿Comenzamos por el sitio correcto?
Visibilidad: ¿Conocías Esta Nueva Forma De Pago?

Delega y Confía Que Los Otros Puedan Estar a La Altura.

Delega y Confía Que Los Otros Puedan Estar a La Altura.

Delega y Confía Que Los Otros Puedan Estar a La Altura - Joel Pinto RomeroLa frase que titula el post de esta semana la leí hace algunos días en un artículo publicado por Susan Steinbrecher en el portal www.soyentrepreneur.net, que se titulaba “5 Reglas de Oro Para Líderes Jóvenes”, que realmente te recomiendo leer y, como siempre, cuyo vínculo te dejo al final de este post.

Delegar responsabilidades en otros y confiar en que pueden (y estarán) a la altura, es una habilidad que debe cultivar y desarrollar todo gerente, dueño de empresa, o persona que tenga el deseo de crear un equipo eficiente y productivo.

De hecho, todo emprendedor llegará al momento en que necesitará echar mano de esta destreza para poder afianzar su crecimiento, sentar bases y seguir desarrollándose.

Es muy difícil que un negocio crezca sobre los hombros y con las fuerzas únicas de su creador inicial, por muy proactiva y eficiente que dicha persona sea.

Pero a lo que voy. Y digo que me llamó muy especialmente la atención, porque justo por esos mismos días, en un grupo que tengo con unos queridísimos amigos en el whatsapp, circulaba la siguiente foto:

 

 

Y aunque con una altísima dosis de sarcasmo, esta frase refleja una realidad que prevalece en muchas empresas: La incapacidad que tienen los “jefes” para delegar efectivamente tareas en sus “supervisados”.

 

Si no puedes confiar en sus capacidades, ¿para qué los contratas?

 

Y voy a comenzar por aquí: La base de toda relación laboral eficiente es que el que contrata tenga la confianza de que la persona contratada tiene las habilidades necesarias para hacer el trabajo de la manera que se espera, ni más ni menos.

Si esto no es así, si dicha confianza no existe: ¿entonces cuál es la razón que motiva la contratación de la persona? ¿para qué le estás pagando un sueldo? ¿por qué es un familiar cercano al que querías darle una mano?

Al contratar a una persona para cualquier área de tu negocio, debes tener la confianza de que está capacitada para hacer el trabajo bien.

Cuando tomas la decisión de contratar personas para tu negocio, lo estás haciendo porque necesitas delegar en alguien la gestión de un área particular de tu empresa, cualquiera que ella sea. Si partimos de este principio, es entonces lógico esperar que la persona que va a ocupar dicho puesto tenga lo mínimo necesario para hacerlo bien, o por lo menos, de la manera que tú lo esperas.

Recuerdo que, entre los procesos de selección de personal en los que he participado, hubo uno en particular en el que el candidato finalmente seleccionado por mi jefe, no tenía las destrezas básicas ni la experiencia profesional que el puesto requería, y aún así, la contratación finalmente se llevó a cabo.

¿Cuál fue el resultado? Cómo te lo podrás imaginar, todo el tiempo invertido en capacitación, supervisión y trabajo de campo monitoreado se fue a la basura porque al seleccionado lo tuvimos que despedir tan sólo unos meses después de haber comenzado a trabajar.

 

“De la manera que se espera” o gestión de expectativas.

 

De la misma manera que es importante contratar a personas que estén capacitadas adecuadamente para el cargo al que se le contrata, también es importante establecer con absoluta claridad lo que se espera de dicha persona una vez que se hace cargo de la tarea.

Hay una frase que me viene a la mente ahora, y que he escuchado un par de veces durante mi carrera profesional: “Nada o húndete” y lamentablemente me tocó vivirla personalmente en el primer “pseudo-trabajo” que tuve en España.

Me contrató (es decir, me pusieron en un período de prueba sin contrato) una pequeña agencia de marketing local para realizar trabajos de gestión de cuentas y captación de clientes nuevos.

Logré hacer una cita para reunirnos con el jefe de publicidad de una entidad gubernamental local, e invité a mi pseudo-jefe para que me acompañara a la visita. La reunión estuvo bien (desde mi punto de vista) y acordamos preparar una propuesta de trabajo.

Unas horas después de haber terminado la reunión, y sin ninguna razón aparente, me encontré con la sorpresa de que mi jefe había anulado mi dirección de correo electrónico de la empresa y me dijo por teléfono que, si quería hacerle seguimiento al cliente que recién habíamos visitado, lo hiciera desde mi cuenta de correo personal.

¿Que ocurrió? Pues nunca lo supe y nunca lo sabré. Había salido de la reunión bien contento por los resultados obtenidos pero, obviamente, para mi pseudo-jefe eso no fue suficiente.

Moraleja: Si tus contratados no saben lo que esperas de ellos, poco podrán hacer para satisfacer tus expectativas.

No esperes que tus empleados adivinen que es lo que se espera de ellos, y tampoco te plantes en la actitud del jefe supremo que espera que de su equipo solamente sean los mejores los que sobrevivan, porque seguramente estarás tirando el talento por la ventana.

“Nada o húndete” no te va a ayudar a desarrollar un equipo ganador. Esto sólo lo lograrás:

  • Contratando a personas capacitadas apropiadamente para el área que la necesitas,
  • Estableciendo con absoluta claridad las cosas que esperas que dicha persona haga y logre, y
  • Ofreciéndole la oportunidad de crecer con tu empresa y motivarlos para que alcancen siempre su mejor rendimiento.

Pon estas recomendaciones en práctica y verás el cambio tan positivo que puede producirse en el rendimiento de las personas que trabajan contigo.

 

 

Crédito fotografía: Josh Calabrese en Unsplash

 

Este es el artículo que te recomendé leer al principio:

“5 reglas de oro para líderes jóvenes”, escrito por Susan Steinbrecher para Soyentrepreneur

Y en este blog podrás encontrar también un par de artículos relacionados que seguramente te gustará leer:
El Modelo de Gestión del Saco de Naranjas.
El momento de crecer: Cuando no te sirve llevar muchos sombreros.

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