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“El Martillazo Es Gratis”: El Valor Real Del Conocimiento.

“El Martillazo Es Gratis”: El Valor Real Del Conocimiento.

“El Martillazo Es Gratis”: El Valor Real Del Conocimiento - Joel Pinto RomeroEsta es la historia de un señor que tenía una empresa de transporte de carga marítima. Tenía dos barcos en su flota y con ellos, no se daba abasto para cubrir la gran demanda de sus servicios.

Todos los días recibían solicitudes para enviar mercancía a distintos países, unos más cerca, otros no tanto, y así iba la vida para este personaje. La historia cuenta que así pasaron los años y este señor continuaba manejando un negocio próspero, ganaba mucho dinero y seguía teniendo la confianza de sus clientes.

Cierta mañana, le llamaron para decirle que uno de sus barcos había dejado de funcionar. No podían ponerlo en marcha. Por alguna razón desconocida, los motores no encendían y ahora se producía un ruido sordo, pero muy persistente, que no se sabía de dónde provenía. Ninguno de los técnicos ni los ingenieros que trabajaban en la empresa, tenían idea de cual podría ser el problema.

Nuestro personaje estaba desesperado, angustiado, porque por cada minuto que el barco pasaba parado, él estaba dejando de ganar millones de euros y eso no le gustaba para nada.

Pasó un día y no podían encontrar en toda la ciudad, ni en ciudades cercanas, a un especialista que pudiera ayudarles a resolver su problema, hasta que, finalmente, un amigo suyo le llamó y le dijo:

“Llama a Mr. Peterson. Este es su teléfono. Tengo entendido que es un especialista en barcos como el tuyo. El único que hay por todos estos lados”

Por supuesto que la llamada se produjo de inmediato. Nuestro amigo llamó al Sr. Peterson, le explicó su problema. Peterson le dijo que podía ayudarle a resolverlo y acordaron entonces verse al día siguiente.

Cuando llegó a la empresa, el Sr. Peterson fue muy amablemente recibido por nuestro personaje, quién le explicó la angustia que sentía por todo lo que estaba pasando, por la ignorancia de sus empleados, por lo mucho que afectaba a su negocio el que el barco no estuviera funcionando, y sobre todo, por ese ruido extraño, sordo y atormentante que ahora se escuchaba en todo el barco.

El Sr. Peterson dedicó un par de horas a conversar con los ingenieros y técnicos de la empresa. Luego caminó por otras dos horas alrededor del barco. Un par de horas más por los pasillos internos. Auscultó las paredes de adentro. Las de afuera también, hasta que, finalmente, dijo:

“Voilá. Aquí está.” – sacó un pedazo de tiza de su bolsillo, hizo un círculo como de diez centímetros de diámetro en una de las paredes y dijo – “Aquí está el problema”

Todos se quedaron mudos ante tal situación. El Sr. Peterson sacó de su bolsa un martillo, se arremangó la camisa y, con toda su fuerza dio un duro y seco golpe justo en el centro del círculo que había dibujado, y le dijo al oficial del barco. “Pruebe a encender los motores ahora”

El ingeniero acudió a la sala de máquinas y, entre dudas y sorpresa aún, pulsó el botón para encender el barco y, para mayor sorpresa aún de todos, incluyendo el dueño de la empresa, el barco encendió sin problema y aquel ruido ensordecedor, que los había torturado por días, había desaparecido totalmente.

Todos gritaron de alegría, saltaron entusiasmados felicitándose mutuamente y alabando el trabajo que había hecho el señor Peterson. Nuestro personaje no se quedaba atrás en su alegría y, efusivamente, le agradecía al Sr. Peterson por haber resuelto tan extraño problema.

Mr. Peterson dijo entonces: “Deme un segundo para prepararle la factura por mis servicios” – cogió una libreta de facturas de su bolso y garrapateó por unos minutos hasta entregarla en manos de nuestro personaje, el dueño de la empresa.

Al verla, su rostro se puso pálido, los ojos se abrieron al igual que su boca y no pudo articular una palabra. Balbuceó:

“¿¿¿¿Qué????……¿¿¿Dos millones de euros????……¿¿¿¿Por un círculo de tiza y un martillazo???”

Mr. Peterson, que no había perdido su compostura, le respondió:


“El martillazo es gratis. Yo le cobro porque supe darlo en el sitio preciso para resolver su problema”.

 

Moraleja de esta historia:

 

“No cobres solamente por tu tiempo. Cobra también por saber utilizarlo de manera efectiva para resolver los problemas de tu cliente”

 

Nota: Esta historia no es mía. La he escuchado cientos de veces en charlas y entrenamientos de ventas, y la he tenido como referencia siempre que se habla del valor del conocimiento.

 

 

Crédito fotografía: Luke Stackpoole en Unsplash

 

 

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