En días pasados, ocurrió que he tenido la oportunidad de leer varios artículos muy interesantes en los que se hacía referencia a la empresa “ególatra”, es decir, aquella empresa manejada por una persona con profundos problemas de ego, y los perjuicios que el tener un jefe de este tipo podría tener para el desarrollo, incluso para la propia supervivencia del negocio.
Y la lectura de estos artículos me llamó mucho la atención porque me vinieron a la mente con toda claridad momentos que he vivido en los más recientes años de mi vida profesional.
Situaciones en las que mis compañeros de trabajo para aquél entonces sencillamente bajaban la cabeza y hacían silencio ante los continuos atropellos de un jefe que se creía la octava maravilla del mundo, y que le pagaba las nóminas a sus empleados sencillamente cuando le daba la gana.
O bien, el propietario de una empresa con la que colaboré, para quién su propio ego le hacía imposible analizar de forma objetiva el mercado y le impedía reconocer que su producto era sencillamente uno más del montón, y que su empresa era otra más dentro de un universo de competidores mucho más preparados, reconocidos en sus propios nichos, y con propuestas de posicionamiento mucho más solventes y mejor argumentadas.
Una empresa dirigida por un personaje ególatra pierde la capacidad de entender lo que el mercado, tanto interno como externo, le quiere decir.
Realmente es triste ver cómo tu ego como propietario del negocio puede interponerse entre el mercado y tu empresa, cerrando para ti la oportunidad de crecer y desarrollarte como Dios manda.
Es triste ver como tu empresa podría llegar más lejos, si escucharas las quejas que tus empleados hacen con sus silencios, y no tomaras sus cabezas bajas como signo de aprobación o, aún peor, de una sumisión que te hace sentir todopoderoso e invencible.
Es triste ver como tu empresa podría llegar más lejos, si te dieras cuenta que tus empleados, proveedores y clientes, son los activos más importantes que puedes tener, y no tomaras tu negocio como un lugar para ventilar tus profundas carencias personales.
¿Cuál debe ser tu primer tratamiento de choque? Una gran dosis de humildad.
Recuerda que en el mundo existen millones de empresas. Muchísimas. En tu país, existen millones de empresas también. En tu sector o industria, pasa exactamente lo mismo. De igual manera, productos como el tuyo, existen también muchos.
Lo que te quiero decir con todo esto es que, lo peor que puedes hacer, es pensar que todas las cosas giran en torno a ti y tú producto, porque no es verdad. El único que se está engañando eres tú mismo y nadie más. Lo que pasa es que tu ego no te permite ver la realidad.
Para dejar de ser un jefe ególatra, debes comenzar por reconocer que el mundo no gira alrededor de ti.
Y si vamos un poquito más allá, tampoco es cierto que el único cliente que tus proveedores pueden tener eres tú, así como tampoco es cierto que el único lugar donde tus empleados pueden trabajar, es tu empresa.
Lamentablemente, tu personalidad ególatra simplemente te aislará de tu entorno, te impedirá ver la realidad que hay delante de ti y no te dará la oportunidad de crear un verdadero equipo de trabajo, talentoso y productivo, simplemente porque nunca tendrás la oportunidad de contratar a alguien mejor que tú porque, o piensas que alguien así no existe, o porque lo verás como un competidor que te quiere quitar el puesto o quedarse con tu negocio.
Tu negocio podrá crecer solamente cuando estés dispuesto a despedir a tu ego, ceder el control, delegar tareas y confiar que la gente que te rodea está capacitada para hacer el trabajo que se le pide.
Sé que este baño de humildad es un acto muy difícil si eres un jefe ególatra, pero es estrictamente necesario si quieres sacar a tu ego del camino.
No te rodees nunca de gente aduladora o que siempre te dé la razón: No te ayudarán a crecer.
Una frase que me estuvo dando vueltas en la cabeza luego de esta lectura, era la siguiente: “El ególatra se rodea de una camarilla de acólitos que siempre le da la razón”.
Y me pareció espeluznante. No solamente por lo triste y solitaria que debe ser la vida profesional de un jefe al que siempre le dan la razón, sino por la referencia que hace a que un equipo de profesionales que tiene esta actitud hacia su jefe, por las razones que sean, es una “camarilla de acólitos”.
¿Cómo podrás darte cuenta de que necesitas cambiar, si la gente que te rodea te dice que todo está perfectamente bien? ¿Cómo sabrás que eres un jefe insoportable, si nadie te lo dice?
Rodéate siempre de gente profesional, capacitada y que esté dispuesta a llevarte la contraria cuando sea necesario.
Recuerda que no tiene sentido que contrates a personas inteligentes y después les digas en todo momento lo que tienen que hacer. Debes contratar a personas inteligentes y preparadas para que sean ellos quienes te digan qué tienes que hacer, y debes estar entonces dispuesto a escucharles con atención.
No permitas nunca que la gente que trabaja contigo se convierta en una “camarilla de acólitos que siempre te dan la razón”, porque desde ese momento en adelante, tu empresa está sentenciada al fracaso.
Si te tomas una buena dosis de humildad y dejas a un lado ese parte perversa de tu ego, esa que tanto daño le hace a ti y tu negocio, podrás entonces comenzar a construir verdaderas relaciones de mutuo beneficio con los tres activos más importantes que tu empresa tiene: tus empleados, tus proveedores y, el más importante, tus clientes.
Y es este momento en el que tu ego se quitará de tu camino y podrás realmente caminar hacia el logro de muchas cosas, muy positivas.
Artículos que te recomiendo leer:
Los peligros de un «egolíder».
Las 5 actitudes del jefe ególatra.
Y de este blog:
El Modelo de Gestión Del Saco De Naranjas.
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