El «Hasta Que La Muerte Los Separe» No Existe En Una Relación Profesional
Hace un par de semanas leía un artículo publicado por Andrés Pérez Ortega en el cual me tropecé por primera vez con el término “empleo-dependencia” y con él, Andrés hacía referencia a esa práctica tan extendida entre los profesionales de hoy en día de buscar establecer una relación de dependencia con aquella empresa que les ofreciera una oportunidad laboral decente, partiendo de la premisa (errada desde mi punto de vista profesional) de que debe existir un compromiso mutuo y de largo plazo entre la empresa que contrata y el profesional que ofrece sus servicios.
Un compromiso que implica que la empresa “garantizará” al empleado el puesto de trabajo, mientras éste mantenga un rendimiento sobresaliente en el desempeño de las labores para las cuales se le está pagando un sueldo y se le están ofreciendo una cantidad determinada de beneficios.
Es razonable pensar que la empresa quiera retener a un empleado que tiene un desempeño sobresaliente, y es también razonable pensar que un profesional que tenga un desempeño sobresaliente pueda aspirar a que la empresa le ofrezca una oportunidad de trabajo estable y que perdure en el tiempo.
Es razonable, si, pero no implica de ninguna manera una obligación. Considero que esperar este compromiso en el tiempo entre la empresa que contrata y el profesional contratado es una premisa errada porque muchos profesionales hoy en día tienen un concepto distorsionado de lo que es una relación laboral.
Como siempre que hago este tipo de enunciados, me explico.
Una relación laboral comienza siendo una relación comercial entre dos entidades
Cuando una empresa busca contratar profesionales para que ocupen un puesto determinado, realmente lo que está haciendo es buscar a una persona que tenga una serie de cualificaciones personales y académicas que garanticen que será capaz de desempeñar el puesto asignado con un rendimiento sobresaliente, que será capaz de alcanzar los objetivos propuestos y ayudar a la empresa a moverse hacia adelante.
La empresa está entonces dispuesta a ofrecerle a la persona seleccionada una cantidad de dinero determinada a cambio de sus servicios profesionales.
Como ves, es un intercambio comercial: la empresa tiene la necesidad de cubrir un puesto determinado y busca para ello un producto, perdón, un profesional que tenga la capacidad de satisfacer dicha necesidad. A cambio de ello, la empresa está dispuesta a desembolsar una cantidad de dinero determinada.
Una empresa que te da trabajo, es un cliente que decidió comprar el producto que tú ofreces.
Si tu eres la persona que, profesional y personalmente, tiene plenas credenciales para cubrir el puesto, satisfacer la necesidades de la empresa y ayudarla a alcanzar sus objetivos, entonces la empresa puede entablar una relación profesional contigo.
Si no es así, la empresa no tiene la obligación siquiera de tomarte en cuenta, de la misma manera que nadie tiene la obligación de adquirir un producto que no le va a ayudar a satisfacer la necesidad que tiene.
Lo primero lleva a lo segundo: Ninguna relación laboral es para siempre.
Y aquí me baso en el título que le puse al artículo de hoy: El “Hasta que la muerte los separe” no existe, y nunca debe existir, en ninguna relación laboral ni profesional. ¿Por qué?
Porque hay dos cosas que deben cumplirse: Por un lado debe existir un profesional que está teniendo un rendimiento sobresaliente y está ayudando a la empresa a lograr sus objetivos, y por el otro debe existir una empresa que sigue teniendo una necesidad que satisfacer, y que además está ofreciendo al profesional que satisface dicha necesidad un dinero suficiente y acorde con el desempeño de éste.
¿Seguirías tu comprando un producto que no te satisface?¿Le seguirías tú vendiendo a un cliente que no paga?
El razonamiento es muy sencillo: cuando un producto deja de ser útil para lo que supone que debería ser útil, deja entonces de ser una opción viable y nadie tiene por qué comprarlo.
De la misma manera, si tu tienes un producto (en este caso tus servicios profesionales) y tienes delante de ti un cliente (llámalo empresa si te hace más feliz) que no quiere pagar el precio que tu consideras adecuado, entonces ese cliente no vale la pena.
Volviendo al caso que nos ocupa, si una empresa no tiene cómo hacerte una oferta decente por tus servicios profesionales, no tienes ninguna obligación de comprometerte con ella. Más aún si te ocurre, como me ocurrió a mi, que la empresa deja de cumplir la parte del trato que le corresponde, es decir, pagarte lo que se supone debía pagarte.
Cómo ves, el querer que una relación profesional o comercial dure “hasta que la muerte nos separe” es malo para ambas partes, tanto para la empresa que te contrata como para ti como profesional.
¿Por qué debes luchar contra la “empleo-dependencia”?
Querer que un trabajo dure para siempre es como querer tener un cliente que compre tus productos para el resto de su vida. Es una actitud muy cómoda que implica riesgos muy importantes, de ambos lados. ¿Por qué?
Es una actitud cómoda porque para ti, profesionalmente, representa el no tener que preocuparte más nunca por buscarte un trabajo nuevo, por pasar por un nuevo proceso de selección o por tener que probar nuevamente tu valía profesional.
Es una actitud cómoda porque saber que cada semana, cada quince días o cada final de mes vas a recibir una cantidad determinada de dinero para el resto de tu vida seguramente te dará mucha tranquilidad mental, por supuesto que sí.
Pero no deja de ser una actitud cómoda y quizás hasta sabrosona de tu parte. Piénsalo por un momento desde el punto de vista de la empresa: ¿garantizar un puesto de trabajo para toda la vida es realmente lo mejor? ¿No es mejor garantizar el puesto de trabajo mientras realmente nos resulte necesario, mientras la persona tenga un rendimiento sobresaliente o mientras realmente tengamos el dinero para pagar lo que el puesto vale?
¿Qué pasa si la empresa tiene problemas de otro tipo y simplemente no puede garantizar la estabilidad de sus puestos de trabajo?¿Te has puesto a pensar en ello?
Además que los riesgos son evidentes: Al depender de un empleo, dejas de estar abierto a nuevas oportunidades de crecimiento profesional y laboral, dejas de tener la oportunidad de que te contrate alguien que te ofrezca un mejor precio por tus servicios, dejas de mirar al mundo con ojos de ambición y comienzas a cultivar en tu corazón una actitud de conformismo.
¿Es el conformismo profesional realmente lo que quieres para ti?
Es decir, ¿quieres unirte para siempre con una empresa que no te puede pagar el sueldo que te mereces?, ¿quieres unirte para siempre con un cliente que no tiene el dinero para pagar lo que tus productos valen?
¿Quién querría hacer eso?
Te dejo abajo dos artículos que te servirán de complemento. El primero el escrito por Andrés Pérez, al que hacía referencia al comenzar este post. Y el segundo es uno mío que creo te gustará.
«No seas empleodependiente» por Andrés Pérez Ortega
Tu Proyecto Personal en 7 Pasos: ¿Por Qué Debes Tener Un Plan “B”?