por Joel Pinto Romero | Mar 8, 2021 | Consejos para Emprendedores, Formación, Formación de Vendedores, Gestión Comercial, Gestión de Negocios, Plan de Negocios, Productividad
El deseo de ganar es una actitud necesaria en cualquier negocio. Sin él se hace muy difícil perseguir metas y sueños. Sin ese deseo impulsándonos cada día es prácticamente imposible mantener el ritmo en un mercado que, cada vez ,se hace más competitivo.
Pero, ¿Qué significa ganar?
Desde el punto de vista de tu negocio, ganar es vender más de lo que te hace falta para cubrir la totalidad de lo que te cuesta mantener tu negocio abierto día tras día. En algunos sitios se tiene como referencia «el costo de subir la persiana».
Se dice que el negocio está «ganando» cuando vende más de lo que «le cuesta subir la persiana», y que pierde si la situación es la contraria.
Pero también es importante saber cuánto más estamos ganando:
Los dos gráficos que te pongo acá arriba muestran una situación ganadora, una más que la otra, pero ambas ganadoras.
Para ayudarnos a discernir que tan ganadora es una situación comparada con otra, nació el concepto de Retorno de la Inversión, o ROI (Return On Investment – en inglés)
¿Qué mide el «Retorno de la Inversión» y cuáles son sus componentes?
El «Retorno de la Inversión» da una medida objetiva de la ganancia neta de una operación, para poder ser comparada con otra.
Para hacer el cálculo del «Retorno de la inversión» se tienen en cuenta los siguientes tres elementos:
- Lo que se está invirtiendo, que llamaremos «costo de inversión».
- Lo que se recibe a cambio, que llamaremos «ganancia bruta».
- La diferencia entre el primero y el segundo, llamado «ganancia neta».
Y el ROI se obtiene al dividir la «ganancia neta» entre el «costo de inversión». ¿Sencillo, verdad?
Si hacemos el cálculo tomando en cuenta los datos de los dos gráficos anteriores, tendríamos que el ROI (Retorno de la inversión) en cada una de las operaciones sería el siguiente:
En este caso porque la diferencia entre una operación y la otra es evidente.
Sin embargo, existen situaciones en las que esta diferencia no es tan clara y es justo en ese momento cuando el «Retorno de la inversión» viene en nuestra ayuda.
¿Y qué haces cuando lo que inviertes no es dinero?
Hacer el cálculo del ROI cuando tenemos estamos hablando de dinero, bien sean pequeñas o grandes cantidades, es sencillo y el ROI es un índice directo.
Sin embargo, no solamente invertimos dinero. También existen otros recursos (cuatro en particular) que solemos invertir con regularidad, quizás sin darnos cuenta.
Ya en este tema entonces el rollo es un poco diferente porque tendrás que poner encima de la mesa, con la mayor exactitud que puedas, que es lo que esperas a cambio de esa inversión que estás haciendo de tiempo, dinero, esfuerzo o conocimientos.
El dinero no es el único recurso que podemos invertir con expectativas de tener grandes ganancias. También invertimos tiempo, dinero, esfuerzo y nuestros conocimientos.
Y es que hacer el cálculo cuando se trata de dinero es directo, sin problemas.
Sin embargo, cuando hablamos de las otras cuatro cosas que podemos invertir, aún cuando los componentes siguen siendo los mismos (cuánto inviertes, cuánto recibes, la diferencia entre uno y otro, y la relación entre lo que invertiste y lo que ganaste) esa «ganancia neta» suele estar expresada en términos de «valor» y no de dinero exactamente.
Hay dos situaciones acerca de las cuales te quiero comentar hoy: La primera de ellas es una situación en la que a cambio de una cierta cantidad de dinero recibas una cantidad de valor. La segunda es una en la que, igualmente por una cantidad de dinero, recibes a cambio los conocimientos necesarios para realizar acciones que te reportarán directamente un beneficio.
¿Cómo puedes calcular el Retorno de la inversión en cada una de ellas?
30 euros invertidos en una cita con la acupunturista.
A finales del año pasado tuve una fuerte crisis de dolores en la espalda y la zona lumbar.
Estaba acostumbrado a este tipo de situaciones que se presentaban cada vez en cuando, sin embargo, esta vez, me pusieron contra la pared. Estuve tomando analgésicos y anti-inflamatorios por más de 30 días consecutivos y el dolor no desaparecía.
Un día, mi esposa me comenta que había recibido en la clínica a una doctora que tenía un centro de acupuntura y me dijo que por qué no me daba una oportunidad, que lo peor que podía pasar era que todo siguiera igual.
Así lo hice pues y, después de acordar una fecha con la acupunturista fui a mi cita y, por treinta euros me dieron una sesión de acupuntura de poco más de una hora.
Cuando el valor que recibes a cambio supera ampliamente el dinero que has invertido, por mucho que no puedas darle un valor económico específico, tu ROI ha sido extraordinariamente positivo.
¿Los resultados?
¡Sencillamente fenomenales! Desde ese día en adelante no he tenido más dolores ni he tenido que consumir ningún tipo de medicamentos.
He quedado tan extraordinariamente satisfecho que, aún cuando no estoy obligado a hacerlo, he decidido tomar una sesión de acupuntura todos los medios simplemente de manera preventiva.
¿El retorno de mi inversión? ¡Ya me dirás tú cómo calcularlo si, en un sóla hora y por treinta euros que invertí, he logrado resolver un problema que me venía persiguiendo por años!
Un plan completo para bajar de peso diseñado por un nutricionista profesional.
Supón entonces que tienes problemas de sobrepeso y has asistido, por recomendación de tu pareja (igual que yo) a una sesión con un nutricionista profesional quien, después de analizar tu caso, ha preparado un plan de alimentación completo y una rutina de ejercicios que, aunado a tu esfuerzo y disciplina, te garantizan que volverás a estar en el peso que tu quieres en un período de tres meses.
Has entendido todo con claridad, estás conforme con la comida incluida en el plan de alimentación, la rutina de ejercicios no se te hace extraordinariamente complicada sin embargo, al cabo de algunas semanas, lo dejas y no continúas.
Hay inversiones cuyo ROI queda completamente en tus manos. ¿Has aprendido ya a reconocer cuáles son para que las aproveches completamente?
¿Dónde queda entonces el retorno de tu inversión? ¿Tuvo el nutricionista algo que ver con lo desfavorable de tus resultados? ¿O fue acaso tu falta de disciplina y la poca voluntad que tuviste a la hora de poner en marcha las acciones que te recomendaron?
Es por ello que, a la hora de valorar el rendimiento de una inversión tenemos que tener muy claro, primero que nada, qué es lo que estamos poniendo encima de la mesa, qué es lo que vamos a recibir a cambio y cuál será el proceso necesario para que ese rendimiento se haga realidad.
Sacar la cuenta del rendimiento de la inversión solamente tomando en cuenta el dinero invertido sin valorar el resto de los componentes te dejará siempre con una valoración incompleta que podría conducirte a perder oportunidades de desarrollo y crecimiento interesantes para tu negocio.
¡Tenlo siempre presente!
Te dejo acá el vídeo que acompaña este post de hoy. ¡Que lo disfrutes!
Cualquier duda, sugerencia o comentario, ya sabes por dónde encontrarme.
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por Joel Pinto Romero | Jun 13, 2016 | Consejos para Emprendedores, Consultoría Profesional, Gestión de Negocios, Marca Personal
Hace un par de semanas leía un artículo publicado por Andrés Pérez Ortega en el cual me tropecé por primera vez con el término “empleo-dependencia” y con él, Andrés hacía referencia a esa práctica tan extendida entre los profesionales de hoy en día de buscar establecer una relación de dependencia con aquella empresa que les ofreciera una oportunidad laboral decente, partiendo de la premisa (errada desde mi punto de vista profesional) de que debe existir un compromiso mutuo y de largo plazo entre la empresa que contrata y el profesional que ofrece sus servicios.
Un compromiso que implica que la empresa “garantizará” al empleado el puesto de trabajo, mientras éste mantenga un rendimiento sobresaliente en el desempeño de las labores para las cuales se le está pagando un sueldo y se le están ofreciendo una cantidad determinada de beneficios.
Es razonable pensar que la empresa quiera retener a un empleado que tiene un desempeño sobresaliente, y es también razonable pensar que un profesional que tenga un desempeño sobresaliente pueda aspirar a que la empresa le ofrezca una oportunidad de trabajo estable y que perdure en el tiempo.
Es razonable, si, pero no implica de ninguna manera una obligación. Considero que esperar este compromiso en el tiempo entre la empresa que contrata y el profesional contratado es una premisa errada porque muchos profesionales hoy en día tienen un concepto distorsionado de lo que es una relación laboral.
Como siempre que hago este tipo de enunciados, me explico.
Una relación laboral comienza siendo una relación comercial entre dos entidades
Cuando una empresa busca contratar profesionales para que ocupen un puesto determinado, realmente lo que está haciendo es buscar a una persona que tenga una serie de cualificaciones personales y académicas que garanticen que será capaz de desempeñar el puesto asignado con un rendimiento sobresaliente, que será capaz de alcanzar los objetivos propuestos y ayudar a la empresa a moverse hacia adelante.
La empresa está entonces dispuesta a ofrecerle a la persona seleccionada una cantidad de dinero determinada a cambio de sus servicios profesionales.
Como ves, es un intercambio comercial: la empresa tiene la necesidad de cubrir un puesto determinado y busca para ello un producto, perdón, un profesional que tenga la capacidad de satisfacer dicha necesidad. A cambio de ello, la empresa está dispuesta a desembolsar una cantidad de dinero determinada.
Una empresa que te da trabajo, es un cliente que decidió comprar el producto que tú ofreces.
Si tu eres la persona que, profesional y personalmente, tiene plenas credenciales para cubrir el puesto, satisfacer la necesidades de la empresa y ayudarla a alcanzar sus objetivos, entonces la empresa puede entablar una relación profesional contigo.
Si no es así, la empresa no tiene la obligación siquiera de tomarte en cuenta, de la misma manera que nadie tiene la obligación de adquirir un producto que no le va a ayudar a satisfacer la necesidad que tiene.
Lo primero lleva a lo segundo: Ninguna relación laboral es para siempre.
Y aquí me baso en el título que le puse al artículo de hoy: El “Hasta que la muerte los separe” no existe, y nunca debe existir, en ninguna relación laboral ni profesional. ¿Por qué?
Porque hay dos cosas que deben cumplirse: Por un lado debe existir un profesional que está teniendo un rendimiento sobresaliente y está ayudando a la empresa a lograr sus objetivos, y por el otro debe existir una empresa que sigue teniendo una necesidad que satisfacer, y que además está ofreciendo al profesional que satisface dicha necesidad un dinero suficiente y acorde con el desempeño de éste.
¿Seguirías tu comprando un producto que no te satisface?¿Le seguirías tú vendiendo a un cliente que no paga?
El razonamiento es muy sencillo: cuando un producto deja de ser útil para lo que supone que debería ser útil, deja entonces de ser una opción viable y nadie tiene por qué comprarlo.
De la misma manera, si tu tienes un producto (en este caso tus servicios profesionales) y tienes delante de ti un cliente (llámalo empresa si te hace más feliz) que no quiere pagar el precio que tu consideras adecuado, entonces ese cliente no vale la pena.
Volviendo al caso que nos ocupa, si una empresa no tiene cómo hacerte una oferta decente por tus servicios profesionales, no tienes ninguna obligación de comprometerte con ella. Más aún si te ocurre, como me ocurrió a mi, que la empresa deja de cumplir la parte del trato que le corresponde, es decir, pagarte lo que se supone debía pagarte.
Cómo ves, el querer que una relación profesional o comercial dure “hasta que la muerte nos separe” es malo para ambas partes, tanto para la empresa que te contrata como para ti como profesional.
¿Por qué debes luchar contra la “empleo-dependencia”?
Querer que un trabajo dure para siempre es como querer tener un cliente que compre tus productos para el resto de su vida. Es una actitud muy cómoda que implica riesgos muy importantes, de ambos lados. ¿Por qué?
Es una actitud cómoda porque para ti, profesionalmente, representa el no tener que preocuparte más nunca por buscarte un trabajo nuevo, por pasar por un nuevo proceso de selección o por tener que probar nuevamente tu valía profesional.
Es una actitud cómoda porque saber que cada semana, cada quince días o cada final de mes vas a recibir una cantidad determinada de dinero para el resto de tu vida seguramente te dará mucha tranquilidad mental, por supuesto que sí.
Pero no deja de ser una actitud cómoda y quizás hasta sabrosona de tu parte. Piénsalo por un momento desde el punto de vista de la empresa: ¿garantizar un puesto de trabajo para toda la vida es realmente lo mejor? ¿No es mejor garantizar el puesto de trabajo mientras realmente nos resulte necesario, mientras la persona tenga un rendimiento sobresaliente o mientras realmente tengamos el dinero para pagar lo que el puesto vale?
¿Qué pasa si la empresa tiene problemas de otro tipo y simplemente no puede garantizar la estabilidad de sus puestos de trabajo?¿Te has puesto a pensar en ello?
Además que los riesgos son evidentes: Al depender de un empleo, dejas de estar abierto a nuevas oportunidades de crecimiento profesional y laboral, dejas de tener la oportunidad de que te contrate alguien que te ofrezca un mejor precio por tus servicios, dejas de mirar al mundo con ojos de ambición y comienzas a cultivar en tu corazón una actitud de conformismo.
¿Es el conformismo profesional realmente lo que quieres para ti?
Es decir, ¿quieres unirte para siempre con una empresa que no te puede pagar el sueldo que te mereces?, ¿quieres unirte para siempre con un cliente que no tiene el dinero para pagar lo que tus productos valen?
¿Quién querría hacer eso?
Te dejo abajo dos artículos que te servirán de complemento. El primero el escrito por Andrés Pérez, al que hacía referencia al comenzar este post. Y el segundo es uno mío que creo te gustará.
«No seas empleodependiente» por Andrés Pérez Ortega
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