por Joel Pinto Romero | Abr 23, 2018 | Consejos para Emprendedores, Gestión de Negocios, Liderazgo
Hace unas semanas circulaba por las redes sociales una foto en la que aparecían algunos miembros del parlamento español durmiendo durante sus horas de trabajo. Por supuesto que, al mismo tiempo que circulaban las fotos, crecía también la ola de comentarios de gente indignada por el hecho.
Algunas personas decían cosas como “Estoy dispuesto a trabajar por la mitad del sueldo que le pagan a ellos y prometo no quedarme dormido durante mi jornada laboral”, y comentarios por el estilo.
Y es que, en un país donde muchos profesionales excelentemente bien preparados tiene que aceptar ofertas de trabajo con una carga altísima de horas por una paga, en algunos casos, miserable, causa mucha frustración ver que estos “señores” sencillamente se duermen durante su jornada laboral y nadie les descuenta ni un céntimo de sus nóminas o los despide de sus puestos.
Lo peor no es el hecho de que se duerman mientras se supone que deberían estar trabajando y prestando muchísima atención a los temas que se están tratando, sino que lo hagan a sabiendas de que ese tipo de cosas deterioran la imagen (ya extraordinariamente deteriorada) de los políticos no sólo de España, sino de cualquier país del mundo.
Sinceramente, en casi treinta años de vida profesional, no recuerdo haberme dormido nunca durante mi jornada laboral.
Quizás haya sido por un tema de amor propio, quizás por vergüenza y respeto hacia mis compañeros de trabajo, quizás haya sido sencillamente por dar un buen ejemplo a mis supervisados, quizás porque así me lo enseñaron desde pequeño, quizás por miles de razones pero el tema es que siempre he pensado que este tipo de cosas son de muy mal gusto para los que nos rodean y que proyectan una pésima imagen de nosotros mismos como profesionales.
Lo que me lleva al título de este post: Trascendencia. ¿Eres la vergüenza o el orgullo de tu profesión?
¿Nos hemos olvidado acaso que todas nuestras acciones (buenas y malas) permanecen en el tiempo y tienen consecuencias?
Cuando recibí la foto en cuestión, realmente sentí mucha vergüenza ajena: Me pareció realmente indignante que una persona, cualquier que sea el puesto que ocupa a nivel profesional, tenga la osadía de dormirse durante su jornada laboral, más aún cuando se sabe que es una jornada que está abierta al público, es decir, cuando hay periodistas, fotógrafos, personas ajenas al “durmiente”.
Incluso, aunque no sea una jornada abierta al público en general, me sería de muy mal gusto estar en una oficina y que, de repente, algún compañero de trabajo estuviera profundamente dormido cuando el resto estamos tratando de trabajar o hacer lo que mejor podemos.
Recuerdo que, desde pequeño, me enseñaron que una persona educada debía mostrar siempre respeto por la persona que estuviera hablando en un momento determinado y prestar atención a lo que se le dice.
¿Qué significa entonces el quedarse dormido mientras otras persona habla, en un entorno profesional?
Que no sólo no me interesa lo que estás diciendo sino que siento tan poquito respeto por el entorno profesional en el que nos movemos, que me he quedado dormido porque me da la gana.
Porque quizás podrás inventarte miles de excusas pero, al final, simplemente nada te importo y decidiste pensar sólo en ti mismo y en lo que en ese momento te resultaba más urgente: cerrar los ojos para descansar o quizás para trasladar tu mente a otro sitio menos aburrido.
¿Sabes lo que significa realmente la palabra “trascendencia”?
Cuando una cosa o una “acción” trasciende es porque va mucho más allá del momento inmediato en que está ocurriendo, porque su impacto (positivo o negativo) va mucho más de lo que seguramente tú mismo puedas pensar en un momento particular.
Eso es, como por ejemplo, aquél dueño de empresa que se siente ganador porque ha contratado a un grupo de profesionales excelentemente preparados ofreciéndoles un sueldo de porquería.
Un buen líder es siempre consciente de la trascendencia de todos y cada uno de sus actos, y lo toma en cuenta al momento de decidir.
Quizás para él pueda ser una victoria pero, sin darse cuenta, está siendo indirectamente responsable de los problemas que esos profesionales puedan tener en sus vidas personales por no ganar dinero suficiente para cubrir sus gastos.
Para que veas lo que te digo, te comento un caso que me tocó vivir a mi: Resulta que trabaje para una empresa aquí en Alicante y, de forma repentina, el director de la empresa dejó de pagarme un mes de nómina.
Extrañado por tal circunstancia, le pedí dinero prestado a un amigo para poder salir de unos compromisos urgentes, siempre pensando que mi sueldo me lo pagarían de un momento a otro.
Pues no ocurrió así, y al siguiente mes, ya no era una nómina la que no había cobrado sino dos. El estrés comenzó a golpearme más fuerte, podía dormir muy poco en las noches, me costaba concentrarme en el trabajo pensando en que quizás se repetiría la situación, hablé con él director de la empresa y me montó una historia de esas tontas que uno se tiene que comer porque sí.
El tema es que, pasados unos días de no cobrar la segunda nómina, amanecí con un dolor muy fuerte de pecho y tuve que ir al hospital de emergencia. ¿Qué pasó? Que por un momento se pensó que había podido sufrir un infarto y haberme quedado yo frito en mi casa, producto del estrés y la angustia.
¿Se habría dado cuenta mi en-ese-momento-jefe de esto? ¿Le habría importado?
Pues seguramente no, porque así piensan las personas que no entienden la “trascendencia de sus acciones”, porque no solamente se trata de que tú te estás saliendo con la tuya al no pagarle a un empleado a tiempo o pagarle un sueldo de porquería, se trata de que, indirectamente, le estás causando a esa persona una cantidad de problemas que quizás nunca te hayas detenido a valorar.
¿Pensaron los concejales y diputados que aparecían en las fotos durmiendo a pierna suelta en la “trascendencia” de sus actos?
Seguramente no, pero independientemente de eso han contribuido a deteriorar la imagen de una profesión que actualmente goza de una reputación bastante cuestionable.
Y todo porque no piensan en la trascendencia de sus acciones.
¿Cómo podemos quejarnos de que nuestra profesión sea mal vista, si no hacemos nada para enaltecerla?
Creo que el concepto más importante que debemos tener en cuenta es que tenemos una valiosa oportunidad de enaltecer nuestras respectivas profesiones. Independientemente del trabajo que realices, del puesto que tengas, de la responsabilidad que tengas, todos tenemos la oportunidad de añadir valor a nuestra profesión, a nuestra sociedad y el mundo, haciendo nuestro trabajo bien, de forma responsable, honesta y sincera, esforzándonos por obtener los mejores resultados posibles y por dejar una imagen lo más positiva que podamos, tanto para nosotros mismos como para nuestras respectivas profesiones.
Y esto aplica a todas las áreas, bien seas un sacerdote, un concejal, un administrativo en una firma pequeña, un trabajador del servicio de aseo público, la dependienta de una tienda, o simplemente una persona que recién se inicia en su primer empleo sin ningún tipo de experiencia previa.
Todos, absolutamente todos, tenemos la oportunidad de ser el orgullo de nuestras profesiones y fortalecer su valía. ¿Cuál es finalmente nuestro aporte?
Hace un tiempo escribí un artículo que se titulaba “PyME también se puede escribir con G de Grandeza” porque a veces pareciera que por el hecho de tratarse de empresas pequeñas o de pequeños proyectos emprendedores, esto implica que TODO tiene que hacerse de forma pequeña, limitada, pobre.
Muy al contrario: Mientras más pequeño es tu proyecto, más grande es tu aporte al enaltecimiento de tu profesión y de tu sociedad, porque eres tú mismo el que lo hace, eres tú mismo el que lo crea y no la gran corporación internacional.
Dicen los entendidos que la diferencia entre un empresario exitoso y uno miserable comienza siendo un tema de actitud y de valores.
¿Quién eres tú profesionalmente? ¿Cuál es tu legado? ¿Enalteces el valor de tu profesión?
Y creo que son preguntas que deberían siempre estar en nuestra meta y orientar cara una de las acciones que ponemos en marcha, bien sea que estemos trabajando por cuenta ajena o por cuenta propia, da lo mismo.
La oportunidad de hacer algo grande la tenemos todos. El problema es que muchos no están conscientes de que cada una de las acciones que hacen son trascendentes y constituyen el legado que ellos dejan a la sociedad y el mundo.
Por eso mi invitación de hoy: Hagamos que cada una de nuestras profesiones sea más valiosa cada día. Luchemos por crear un mundo profesional donde prive el respeto, el reconocimiento a la valía y la experiencia profesional, el deseo por aportar valor y riqueza.
Veremos que todo puede ser muy diferente cuando pensamos en cuál es el legado que estamos dejando para las generaciones que vienen después de nosotros, que son incluso nuestros propios hijos.
Crédito fotografía: Photo by Mika on Unsplash
Artículos que te recomiendo leer en este blog:
¿Cuándo Comenzamos a Crear Nuestra Marca Personal?
PyME también se puede escribir con G de Grandeza.
por Joel Pinto Romero | Sep 19, 2016 | Consejos para Emprendedores, Gestión de Negocios, Liderazgo, Productividad
Cada día que pasa confirmo más el hecho de que, mientras tengamos nuestros ojos abiertos a lo que nos ocurre cada día, más cosas podemos aprender.
Ciertamente, la vida nos ofrece cientos de oportunidades para aprender cosas valiosas y diferentes en todo momento, siempre que tengamos la disposición de escuchar con mucha atención y sacar la lección que se esconde detrás de cada situación que vivimos.
Hace algunos días me encontré en la calle con un amigo al que tenía ya tiempo que no veía. Luego de saludarnos de la forma tradicional, interesarnos por nuestras respectivas vidas y todo lo demás, le pregunté acerca de su trabajo.
Él me contestó: “¡La misma basura de siempre!”. Un poco desilusionado por su respuesta, recordando que el trabajo que tenía la última vez que nos vimos no era de su completo agrado, le pregunté: “¿Y eso?”.
“¡La misma basura de siempre, Joel. Literalmente, estoy recogiendo la basura en mi puesto de trabajo!”. Le pregunté entonces: “¿Y estás buscando algo entonces?”
“¡Pues no!” fue su respuesta.
Y creo que con la expresión de asombro de mi cara le demostré, quizás sin querer o por el cariño que le tengo, que realmente me sorprendía que no estuviera haciendo esfuerzo alguno para conseguir un trabajo diferente, algo que lo hiciera sentirse mejor luego de estar tantos años trabajando en el mismo sitio, sintiéndose mal, siempre quejándose de que su trabajo es una basura.
Hace algunos años ya, escribí en este blog un artículo titulado: “Me niego a seguir diciendo “Es lo que hay” y “Con la que está cayendo”, que son frases utilizadas regularmente para demostrar nuestra incapacidad de cambiar nuestras circunstancias para tener una vida mejor, de tomar el control de nuestro futuro, ya que el entorno negativo es el agente dominante y el factor determinante en casi todas nuestras cosas.
Me negué entonces, me niego ahora y me negaré el resto de mi vida, si Dios me lo permite, a dejar que los pensamientos negativos y la queja sean los que dominen mi forma de vivir.
Quejarte por costumbre te convierte en un personaje tóxico
¿A quién no le ha pasado que llega a trabajar para una nueva empresa y, de repente, se encuentra con uno de esos compañeros de trabajo que son capaces de robarle la energía hasta a la persona más positiva del mundo?
A mi, en lo particular, me ha pasado en dos de las tres últimas empresas con las que he trabajado. En una de ellas era mi propio supervisor inmediato el que se encargaba de descargar las baterías de su equipo de trabajo luego de cada reunión de ventas, o durante cada salida a la calle.
Si de tu boca salen solamente quejas, nunca tendrás la oportunidad de ver con claridad el camino que tienes por delante.
En la siguiente, casi todos los empleados solían quejarse con frecuencia de las míseras condiciones salariales, el retraso en el pago de las nóminas, las excesivas reuniones no productivas y para tú de contar.
Causa mucha frustración entrar ilusionado a trabajar en un sitio nuevo solamente para descubrir como son tus propios compañeros de trabajo los que se encargan de machacarte las ilusiones, robarte las energías y quitarte todos los ánimos para que, finalmente, termines convertido en uno de ellos: ¡un quejón más!
¿Quién quiere trabajar en una empresa rodeado de compañeros tóxicos, que pasan todo el día quejándose de la vida que tienen?
Son muy pocas las cosas que se construyen en un entorno de negatividad. Donde reina lo negativo no hay espacio para el pensamiento creativo, dinámico, ese tipo de pensamiento que es capaz de convertir la adversidad en oportunidad.
Cuando te quejas por costumbre, dejas de valorar cuáles son tus oportunidades
Primero que nada, pienso que el quejarte continuamente por algo sin hacer nada al respecto, te hunde para siempre en el problema, te hace parte de él y no te deja poner tus ojos en nada más.
Concentrar tus pensamientos en que tu situación es así porque sí y que nada puedes hacer al respecto, te sumerge en el mundo de la conformidad y la auto-justificación.
Solamente si tomas el control de tu vida y de tus cosas, comenzarás a valorar todo tu potencial.
¿Qué oportunidad de surgir puede tener este amigo que me encontré en la calle, el que mencioné al principio de este post, si para él su trabajo es una basura y, sin embargo, no hace ningún esfuerzo por encontrar algo mejor?
¿No pareciera esa como la actitud de una persona que se ha rendido ya y que ha dejado de luchar por su superación profesional?
Y si ya has tirado la toalla y no crees merecerte algo mejor, entonces no estás valorando todas las opciones que estarían disponibles para ti, si tan solo le dedicaras un poquito de tiempo a ver las cosas desde un punto de vista positivo, creativo y dinámico.
¿Cuál es mi consejo para ti?
Escoge siempre lo positivo. Muy realista, eso sí, pero siempre del lado positivo, y verás la diferencia.
Crédito fotografía: Portafolio / jorgophotograph
Artículos que te recomiendo leer en este blog:
Me niego a seguir diciendo “¡Es lo que hay!” y “¡Con la que está cayendo!”
por Joel Pinto Romero | Jun 13, 2016 | Consejos para Emprendedores, Consultoría Profesional, Gestión de Negocios, Marca Personal
Hace un par de semanas leía un artículo publicado por Andrés Pérez Ortega en el cual me tropecé por primera vez con el término “empleo-dependencia” y con él, Andrés hacía referencia a esa práctica tan extendida entre los profesionales de hoy en día de buscar establecer una relación de dependencia con aquella empresa que les ofreciera una oportunidad laboral decente, partiendo de la premisa (errada desde mi punto de vista profesional) de que debe existir un compromiso mutuo y de largo plazo entre la empresa que contrata y el profesional que ofrece sus servicios.
Un compromiso que implica que la empresa “garantizará” al empleado el puesto de trabajo, mientras éste mantenga un rendimiento sobresaliente en el desempeño de las labores para las cuales se le está pagando un sueldo y se le están ofreciendo una cantidad determinada de beneficios.
Es razonable pensar que la empresa quiera retener a un empleado que tiene un desempeño sobresaliente, y es también razonable pensar que un profesional que tenga un desempeño sobresaliente pueda aspirar a que la empresa le ofrezca una oportunidad de trabajo estable y que perdure en el tiempo.
Es razonable, si, pero no implica de ninguna manera una obligación. Considero que esperar este compromiso en el tiempo entre la empresa que contrata y el profesional contratado es una premisa errada porque muchos profesionales hoy en día tienen un concepto distorsionado de lo que es una relación laboral.
Como siempre que hago este tipo de enunciados, me explico.
Una relación laboral comienza siendo una relación comercial entre dos entidades
Cuando una empresa busca contratar profesionales para que ocupen un puesto determinado, realmente lo que está haciendo es buscar a una persona que tenga una serie de cualificaciones personales y académicas que garanticen que será capaz de desempeñar el puesto asignado con un rendimiento sobresaliente, que será capaz de alcanzar los objetivos propuestos y ayudar a la empresa a moverse hacia adelante.
La empresa está entonces dispuesta a ofrecerle a la persona seleccionada una cantidad de dinero determinada a cambio de sus servicios profesionales.
Como ves, es un intercambio comercial: la empresa tiene la necesidad de cubrir un puesto determinado y busca para ello un producto, perdón, un profesional que tenga la capacidad de satisfacer dicha necesidad. A cambio de ello, la empresa está dispuesta a desembolsar una cantidad de dinero determinada.
Una empresa que te da trabajo, es un cliente que decidió comprar el producto que tú ofreces.
Si tu eres la persona que, profesional y personalmente, tiene plenas credenciales para cubrir el puesto, satisfacer la necesidades de la empresa y ayudarla a alcanzar sus objetivos, entonces la empresa puede entablar una relación profesional contigo.
Si no es así, la empresa no tiene la obligación siquiera de tomarte en cuenta, de la misma manera que nadie tiene la obligación de adquirir un producto que no le va a ayudar a satisfacer la necesidad que tiene.
Lo primero lleva a lo segundo: Ninguna relación laboral es para siempre.
Y aquí me baso en el título que le puse al artículo de hoy: El “Hasta que la muerte los separe” no existe, y nunca debe existir, en ninguna relación laboral ni profesional. ¿Por qué?
Porque hay dos cosas que deben cumplirse: Por un lado debe existir un profesional que está teniendo un rendimiento sobresaliente y está ayudando a la empresa a lograr sus objetivos, y por el otro debe existir una empresa que sigue teniendo una necesidad que satisfacer, y que además está ofreciendo al profesional que satisface dicha necesidad un dinero suficiente y acorde con el desempeño de éste.
¿Seguirías tu comprando un producto que no te satisface?¿Le seguirías tú vendiendo a un cliente que no paga?
El razonamiento es muy sencillo: cuando un producto deja de ser útil para lo que supone que debería ser útil, deja entonces de ser una opción viable y nadie tiene por qué comprarlo.
De la misma manera, si tu tienes un producto (en este caso tus servicios profesionales) y tienes delante de ti un cliente (llámalo empresa si te hace más feliz) que no quiere pagar el precio que tu consideras adecuado, entonces ese cliente no vale la pena.
Volviendo al caso que nos ocupa, si una empresa no tiene cómo hacerte una oferta decente por tus servicios profesionales, no tienes ninguna obligación de comprometerte con ella. Más aún si te ocurre, como me ocurrió a mi, que la empresa deja de cumplir la parte del trato que le corresponde, es decir, pagarte lo que se supone debía pagarte.
Cómo ves, el querer que una relación profesional o comercial dure “hasta que la muerte nos separe” es malo para ambas partes, tanto para la empresa que te contrata como para ti como profesional.
¿Por qué debes luchar contra la “empleo-dependencia”?
Querer que un trabajo dure para siempre es como querer tener un cliente que compre tus productos para el resto de su vida. Es una actitud muy cómoda que implica riesgos muy importantes, de ambos lados. ¿Por qué?
Es una actitud cómoda porque para ti, profesionalmente, representa el no tener que preocuparte más nunca por buscarte un trabajo nuevo, por pasar por un nuevo proceso de selección o por tener que probar nuevamente tu valía profesional.
Es una actitud cómoda porque saber que cada semana, cada quince días o cada final de mes vas a recibir una cantidad determinada de dinero para el resto de tu vida seguramente te dará mucha tranquilidad mental, por supuesto que sí.
Pero no deja de ser una actitud cómoda y quizás hasta sabrosona de tu parte. Piénsalo por un momento desde el punto de vista de la empresa: ¿garantizar un puesto de trabajo para toda la vida es realmente lo mejor? ¿No es mejor garantizar el puesto de trabajo mientras realmente nos resulte necesario, mientras la persona tenga un rendimiento sobresaliente o mientras realmente tengamos el dinero para pagar lo que el puesto vale?
¿Qué pasa si la empresa tiene problemas de otro tipo y simplemente no puede garantizar la estabilidad de sus puestos de trabajo?¿Te has puesto a pensar en ello?
Además que los riesgos son evidentes: Al depender de un empleo, dejas de estar abierto a nuevas oportunidades de crecimiento profesional y laboral, dejas de tener la oportunidad de que te contrate alguien que te ofrezca un mejor precio por tus servicios, dejas de mirar al mundo con ojos de ambición y comienzas a cultivar en tu corazón una actitud de conformismo.
¿Es el conformismo profesional realmente lo que quieres para ti?
Es decir, ¿quieres unirte para siempre con una empresa que no te puede pagar el sueldo que te mereces?, ¿quieres unirte para siempre con un cliente que no tiene el dinero para pagar lo que tus productos valen?
¿Quién querría hacer eso?
Te dejo abajo dos artículos que te servirán de complemento. El primero el escrito por Andrés Pérez, al que hacía referencia al comenzar este post. Y el segundo es uno mío que creo te gustará.
«No seas empleodependiente» por Andrés Pérez Ortega
Tu Proyecto Personal en 7 Pasos: ¿Por Qué Debes Tener Un Plan “B”?