por Joel Pinto Romero | Ene 25, 2016 | Consejos para Emprendedores, Gestión de Negocios, Liderazgo
Y aunque a partir del título pudieras pensar que este es uno de esos posts en los que te voy a hablar de energía positivas, de optimismo, de “desarrolla todo tu potencial” y esas cosas, pues no. El tema no va por allí. No esta vez.
En esta oportunidad quiero hablarte de una situación perfectamente real y objetiva: Quiero hablarte de responsabilidades.
Y en especial, de “tus” responsabilidades, o mejor dicho de “tu” responsabilidad, del papel que tú tienes como responsable del desarrollo de tu propio negocio, como actor en lugar de espectador en tu propia historia.
Esa manía tan tóxica que tenemos de buscar culpables antes de resolver los problemas.
¿Te imaginas que los bomberos, al llegar a un incendio, se detuvieran a buscar quién fue el responsable en lugar de apagar inmediatamente el fuego para que no se propague a las casas de los vecinos y cause más daño?
O en un caso más sencillo, ¿te imaginas que a mitad de un partido de fútbol, el arquero comience a permitir que le metan todos los goles del mundo y el director técnico del equipo no hiciera nada al respecto?
Si puedes anticipar que los resultados no serán los esperados, es mejor que actúes sobre el problema tan pronto puedas.
En el primer caso es obvio: Hay una situación de emergencia que hay que resolver, por lo que la solución está clara. Primero apagamos el fuego y luego miramos lo demás. No hay discusión. Es lo que indica el sentido común y es lo que genera los mejores resultados.
En el segundo caso, ya es un poco más complicado, porque entran a jugar un rol importante distintos criterios, muchos de los cuales son bastante subjetivos: que si el arquero puede estar pasando por una mala racha, que hay que darle una oportunidad, que después del medio tiempo seguramente lo hará mejor, que es el capitán del equipo y el resto de jugadores podría desmotivarse si lo sacas.. en fin, historias todas, muy valiosas, seguramente importantes, con una buena base, pero bastante subjetivas.
¿Pero qué es lo que ocurre entonces?
Que al final del juego, si no tomas las decisiones adecuadas y a tiempo, el equipo que diriges pierde.
Y si nos referimos a tu empresa, pues ya es mucho más claro aún: al final de todo, la que pierde es la empresa, tu empresa, tu negocio. Es por ello que no debes ser el espectador, la persona que ve como los problemas ocurren y busca solamente quién es el responsable de tal situación para armarle un lío, pegarle cuatro gritos o echarlo a la calle.
No se trata, o no se debería tratar, de una demostración de fuerza, sino de una demostración de tu capacidad para analizar los problemas que aquejan a tu proyecto y darles adecuada solución, y en el momento correcto, y liderar a tu equipo para que siga el rumbo correcto.
Sé que muchas veces la subjetividad nubla la capacidad que tenemos de ser objetivos y no nos deja ver las cosas con claridad, sobre todo cuando hay vínculos emocionales fuertes o relaciones personales de por medio.
Sin embargo, recuerda que, por encima de todas las cosas, es tu negocio y, por lo tanto, tu responsabilidad directa.
Y cuando digo “responsabilidad directa” me refiero a que no basta simplemente con que contrates gente profesionalmente preparada para que haga el trabajo que se supone que debe hacer y el que tu necesitas que se haga, que es primordial.
Sino me refiero también a que asumas un papel más protagonista en el crecimiento de tu proyecto, asegurándote en todo momento que todas las personas que están involucradas estén en la senda correcta y orientadas hacia el logro de las metas que se han planteado.
Sentarte en tu escritorio a esperar que la gente te presente sus propuestas y sus ideas, que te muestren los resultados de su trabajo, es una actitud muy típica de los jefes de antaño, pero que deja de tener sentido cuando te das cuenta de que, después de todo, lo que está en juego es tu proyecto empresarial.
Sí, está claro que, al final de cuentas, puedes desarrollar una capacidad natural para descubrir quién es el responsable de cada entuerto y echarlo a la calle sin parpadear, pero… ¿eso qué te aporta?, ¿se hace tu proyecto más grande y fuerte cada vez que te ocurre algo así?
Es necesario que hagas un cambio de chip: De espectador a actor, y de jefe a líder. Suena muy fácil, pero no lo es. Sin embargo, la diferencia en los resultados que podrás obtener, bien vale la pena y el esfuerzo.
Crédito: gpointstudio | Ver portfolio y Jakob Owens en Unsplash
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por Joel Pinto Romero | Nov 30, 2015 | Consejos para Emprendedores, Gestión de Equipos, Gestión de Negocios, Liderazgo
En días pasados, ocurrió que he tenido la oportunidad de leer varios artículos muy interesantes en los que se hacía referencia a la empresa “ególatra”, es decir, aquella empresa manejada por una persona con profundos problemas de ego, y los perjuicios que el tener un jefe de este tipo podría tener para el desarrollo, incluso para la propia supervivencia del negocio.
Y la lectura de estos artículos me llamó mucho la atención porque me vinieron a la mente con toda claridad momentos que he vivido en los más recientes años de mi vida profesional.
Situaciones en las que mis compañeros de trabajo para aquél entonces sencillamente bajaban la cabeza y hacían silencio ante los continuos atropellos de un jefe que se creía la octava maravilla del mundo, y que le pagaba las nóminas a sus empleados sencillamente cuando le daba la gana.
O bien, el propietario de una empresa con la que colaboré, para quién su propio ego le hacía imposible analizar de forma objetiva el mercado y le impedía reconocer que su producto era sencillamente uno más del montón, y que su empresa era otra más dentro de un universo de competidores mucho más preparados, reconocidos en sus propios nichos, y con propuestas de posicionamiento mucho más solventes y mejor argumentadas.
Una empresa dirigida por un personaje ególatra pierde la capacidad de entender lo que el mercado, tanto interno como externo, le quiere decir.
Realmente es triste ver cómo tu ego como propietario del negocio puede interponerse entre el mercado y tu empresa, cerrando para ti la oportunidad de crecer y desarrollarte como Dios manda.
Es triste ver como tu empresa podría llegar más lejos, si escucharas las quejas que tus empleados hacen con sus silencios, y no tomaras sus cabezas bajas como signo de aprobación o, aún peor, de una sumisión que te hace sentir todopoderoso e invencible.
Es triste ver como tu empresa podría llegar más lejos, si te dieras cuenta que tus empleados, proveedores y clientes, son los activos más importantes que puedes tener, y no tomaras tu negocio como un lugar para ventilar tus profundas carencias personales.
¿Cuál debe ser tu primer tratamiento de choque? Una gran dosis de humildad.
Recuerda que en el mundo existen millones de empresas. Muchísimas. En tu país, existen millones de empresas también. En tu sector o industria, pasa exactamente lo mismo. De igual manera, productos como el tuyo, existen también muchos.
Lo que te quiero decir con todo esto es que, lo peor que puedes hacer, es pensar que todas las cosas giran en torno a ti y tú producto, porque no es verdad. El único que se está engañando eres tú mismo y nadie más. Lo que pasa es que tu ego no te permite ver la realidad.
Para dejar de ser un jefe ególatra, debes comenzar por reconocer que el mundo no gira alrededor de ti.
Y si vamos un poquito más allá, tampoco es cierto que el único cliente que tus proveedores pueden tener eres tú, así como tampoco es cierto que el único lugar donde tus empleados pueden trabajar, es tu empresa.
Lamentablemente, tu personalidad ególatra simplemente te aislará de tu entorno, te impedirá ver la realidad que hay delante de ti y no te dará la oportunidad de crear un verdadero equipo de trabajo, talentoso y productivo, simplemente porque nunca tendrás la oportunidad de contratar a alguien mejor que tú porque, o piensas que alguien así no existe, o porque lo verás como un competidor que te quiere quitar el puesto o quedarse con tu negocio.
Tu negocio podrá crecer solamente cuando estés dispuesto a despedir a tu ego, ceder el control, delegar tareas y confiar que la gente que te rodea está capacitada para hacer el trabajo que se le pide.
Sé que este baño de humildad es un acto muy difícil si eres un jefe ególatra, pero es estrictamente necesario si quieres sacar a tu ego del camino.
No te rodees nunca de gente aduladora o que siempre te dé la razón: No te ayudarán a crecer.
Una frase que me estuvo dando vueltas en la cabeza luego de esta lectura, era la siguiente: “El ególatra se rodea de una camarilla de acólitos que siempre le da la razón”.
Y me pareció espeluznante. No solamente por lo triste y solitaria que debe ser la vida profesional de un jefe al que siempre le dan la razón, sino por la referencia que hace a que un equipo de profesionales que tiene esta actitud hacia su jefe, por las razones que sean, es una “camarilla de acólitos”.
¿Cómo podrás darte cuenta de que necesitas cambiar, si la gente que te rodea te dice que todo está perfectamente bien? ¿Cómo sabrás que eres un jefe insoportable, si nadie te lo dice?
Rodéate siempre de gente profesional, capacitada y que esté dispuesta a llevarte la contraria cuando sea necesario.
Recuerda que no tiene sentido que contrates a personas inteligentes y después les digas en todo momento lo que tienen que hacer. Debes contratar a personas inteligentes y preparadas para que sean ellos quienes te digan qué tienes que hacer, y debes estar entonces dispuesto a escucharles con atención.
No permitas nunca que la gente que trabaja contigo se convierta en una “camarilla de acólitos que siempre te dan la razón”, porque desde ese momento en adelante, tu empresa está sentenciada al fracaso.
Si te tomas una buena dosis de humildad y dejas a un lado ese parte perversa de tu ego, esa que tanto daño le hace a ti y tu negocio, podrás entonces comenzar a construir verdaderas relaciones de mutuo beneficio con los tres activos más importantes que tu empresa tiene: tus empleados, tus proveedores y, el más importante, tus clientes.
Y es este momento en el que tu ego se quitará de tu camino y podrás realmente caminar hacia el logro de muchas cosas, muy positivas.
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