Facebook Image
¿Qué factores influyen en el precio que estamos dispuestos a pagar por un servicio?

¿Qué factores influyen en el precio que estamos dispuestos a pagar por un servicio?

El título de este artículo es, literalmente, el testimonio de la experiencia que viví el fin de semana pasado en una tienda de informática con la que suelo hacer negocios.

Para ponerte en contexto, resulta que tuve que comprar un móvil nuevo porque el que tenía fue destrozado por los dientes de mi fiera mascota, Piper, un fox terrier precioso que tenemos en casa y que recién cumplió un añito.

Compré el teléfono, me lo traje a casa y, cuando le estaba poniendo el marquito con la tarjeta SIM y la SD de memoria, sin intención alguna de mi parte, le hice más fuerza de la necesaria y se bloqueó.

No terminó de entrar por completo y tampoco lo podía sacar.

Le pedí ayuda a mi mujer, y tampoco pudo. Comenzaron a rondar por mi mente los pensamientos típicos de una circunstancia como esta: “¡Caramba, Joel, no tienes ni un día con el teléfono y ya lo rompiste!”… “Es que hay que ver, como si el dinero creciera en los árboles”… “Es que de verdad, ¿quién te manda a ser tan bruto?”… “¿Y qué vas a hacer ahora? Porque el error fue tuyo y no lo cubre la garantía”

Y ya sabes. Además, siendo que el error fue mío y no soy de esas personas que se inventan historias del tipo “Es que yo no sé…. Eso estaba así”, pues comencé a sentir la angustia de tener que tirar el teléfono a la basura y perder el dinero que invertí en él, o que cuando llamara al técnico para preguntarle cuánto costaría la reparación, terminara el chiste costándome una cantidad importante de dinero.

En fin… las angustias que sentimos todos cuando un imprevisto como este ocurre.

Era la noche del viernes. Decidí entonces esperar que fuera sábado y, muy temprano en la mañana, ponerme en contacto con los dos técnicos que conozco para ver cuál había sido el alcance económico de mi error y cuánto me costaría la reparación.

Porque ya mi mente me decía que, en todos los escenarios posibles, la gracia me iba a costar dinero.

Para mi, toda esta situación se estaba traduciendo en una angustia enorme por muchas razones:

  • No sabía si el teléfono tendría reparación o no, porque quizás podría haberle dañado alguna pieza por dentro.
  • No sabría cuanto me costaría la reparación, si es que fuese posible hacerlo.
  • No sabría cuánto tiempo me tendría que quedar sin teléfono móvil esta vez, con todas las incomodidades que eso significa en esta sociedad moderna en la que vivimos.
  • Si el problema no tenía solución, entonces la gracia me costaría quizás unos 325 euros: 150 del primer teléfono que ya había comprado y que tendría que tirar a la basura, 150 del reemplazo y 25 del técnico.

Además, soportar esa mirada de desaprobación de las personas a tu alrededor que se traduce en tu cabeza en un “¡Es que de verdad hay que ser descuidado!”

En fin. Una angustia enorme que se traducía en distintas emociones que clamaban todas por lo mismo: Una solución inmediata, independientemente de lo que me costara.

Porque sin teléfono no me podía quedar. Eso estaba claro.

Amaneció el sábado y, a primera hora, me puse en contacto con mis dos técnicos informáticos de cabecera. Por ser sábado y temprano en la mañana, poco antes de las 10 de la mañana, al no recibir respuesta de ninguno a mis mensajes, decidí acercarme a la tienda, que me queda a pocos minutos de la casa.

Llegué, esperé pacientemente mi turno y cuando estuve frente al técnico le conté mi historia.

Arrugó la frente. Tomó el teléfono. Lo miró y revisó por ambos lados. Hizo un intento de extraer el marquito y no pudo.

Lo miré angustiado. Entendió.

Hizo un segundo intento y tampoco. Cruzamos miradas. Yo, angustiado. El, entendiendo mi angustia. Mi mente comenzaba a castigarme de nuevo: “Te lo dije, Joel. La pusiste y de la buena.”

El técnico buscó una herramienta especial. No pudo. Lo intentó con las manos y ¡fuás!

El marquito, con la tarjeta SIM y la SD estaba fuera.

Sentí que el alma me volvía al cuerpo. Mis preocupaciones desaparecieron. Le pedí que probara el teléfono para ver si estaba todo bien. Lo hizo. Todo estaba en orden. Si le hice algún daño, lo vería más adelante, pero el teléfono estaba operativo.

Le dije: “No sabes cuánto te lo agradezco. De verdad. Me has resuelto un problemón. Dime por favor cuánto te debo, para pagarte”.

Me contestó: “No, no tienes que pagarme nada, porque no he hecho nada.”

Le repliqué: “No, de verdad. Dime cuánto te debo, que yo te pago la hora de trabajo.”

Sentenció: “No voy a cobrarle, porque no he hecho nada. Fue simplemente sacar el marquito y volverlo a poner”.

Salí de allí más contento que nadie. Todas las nubes negras que me habían acompañado desde la tarde del viernes hasta ese momento, se habían disipado. No me había tenido que gastar dinero adicional y, además, tenía el teléfono operativo.

¿CUÁL ES LA MORALEJA DE ESTA HISTORIA Y CÓMO LA PUEDES TOMAR EN CUENTA PARA TU NEGOCIO?

Por supuesto que el sentido de compartir contigo esta historia era justamente poder sacar de ella lecciones que pudieras tomar en cuenta en la gestión comercial de tu negocio, en la gestión de ventas, que te sirvieran para mejorar tu rendimiento en números y, además, entender un poco más cómo funciona nuestra mente de clientes cuando vamos a comprar cosas.

La Venta tiene, en la mayoría de los casos, un altísimo componente emocional.

Independientemente de que el producto que compremos sea muy técnico o complejo, detrás de la decisión de compra siempre hay un gran componente emocional.

Fíjate en esta caso, por tomarlo como ejemplo, en el que, además del dinero que había invertido en el teléfono (argumento objetivo) estaba de por medio la gran carga emocional de:

  • No saber cuánto tiempo me quedaría sin teléfono.
  • Mi orgullo herido al ver que un pequeño descuido mío podría terminar costándome el tener que botar el teléfono y comprar otro.
  • Soportar la cara de desaprobación de las personas a mi alrededor por haber usado mayor fuerza de la necesaria al introducir el bendito marquito.
  • La cara de tonto que se te queda cuando te preguntan: “¿Y qué le pasó a tu teléfono nuevo?” y tienes que responderles: “Pues es que lo rompí sin querer.”
  • Y cualquier otra emoción profunda que ni siquiera yo mismo haya podido identificar en el momento.

En este caso, el informático, más allá de resolverme el problema del teléfono, me quitó de encima la carga emocional que se había generado alrededor del incidente.

Compramos soluciones a nuestros problemas, y no productos o servicios.

Cuando te detengas a pensar en lo que vendes, sean productos tangibles o intangibles, no los mires desde el punto de vista de lo que son, sino de lo que pueden representar para tu cliente en algún momento particular.

Fíjate en el siguiente detalle del que yo me he dado cuenta ahora en frío: Yo nunca supe si el chico que me estaba atendiendo sabía o no lo que estaba haciendo. Para mi, él era el representante de una tienda informática y, SE SUPONÍA QUE SABÍA LO QUE ESTABA HACIENDO, por lo que en ese momento yo no estaba confiando en él por sus conocimientos o títulos, sino por el hecho de estar allí, delante de mí, demostrando tener el conocimiento que hacía falta para resolver mi problema.

Me habría resultado igual si en vez de sacar el marquito con las manos, lo hubiese sacado con una herramienta súper especial. Para mí habría sido lo mismo, porque mi problema iba a terminar igualmente resuelto.

A mayor gravedad del problema, estaremos dispuestos a pagar un precio más alto.

Cuando llegué a la tienda, sabía que cualquiera fuese la solución de mi problema, me costaría dinero.

Sabía que, si el tema era muy grave, me costaría por lo menos un teléfono nuevo y el trabajo del técnico. Eso ya significaba 175 euros adicionales.

Igual le ocurre a tus clientes: Según sea la gravedad del problema o necesidad que tienen, según sea el riesgo que para ellos representa, más dinero estarán dispuestos a pagar por la solución.

Tu cliente te paga porque tú tienes el conocimiento y la experiencia que a él le faltan.

Y aunque era algo que ya sabía después de tantos años de experiencia profesional y como consultor, esta situación me lo mostró con una claridad envidiable, estando yo en este caso no en el lado del profesional, sino del cliente.

El día antes de ir al técnico, yo estuve, por lo menos, un par de horas tratando de sacar el marquito sin éxito. Mi esposa habrá estado otro tanto, quizás un poco menos.

Los dos teníamos miedo de hacer la situación peor de lo que ya era, puesto que ninguno de nosotros es técnico o especialista en estas cosas, y el riesgo de cometer un error por desconocimiento era alto.

El chico de la tienda no tenía este problema. Él tenía los conocimientos y experiencia que nosotros no teníamos. Por eso pudo actuar con tanta seguridad y en tan corto tiempo. Su preparación profesional y la experiencia en el puesto le permitieron actuar sin miedo.

Nosotros nos habíamos quedado paralizados.

La experiencia de compra memorable se crea cuando superas ampliamente las expectativas de tu cliente.

Sea que esas expectativas son genuinas o no. Si en tu comunicación haces promesas que son difíciles de cumplir, pues te estarás poniendo tu mismo la barrera muy arriba.

Si, por el contrario, mantienes en tu comunicación un tono razonable, normal y prometes cosas que puedes cumplir ampliamente, pues tu capacidad de superar las expectativas de tu cliente será mucho mayor.

En este caso, ya me había hecho a la idea de que el incidente me iba a costar dinero. Eso lo tenía claro.

Si el técnico me hubiese dicho “Pues nada, son en total 20 euros”, le habría pagado y listo. La experiencia habría sido buena: mi problema estaba resuelto, mi ansiedad se habría ido y todo el rollo me habría costado dinero, justo lo que yo esperaba.

LO ANORMAL FUE QUE NO ME COSTÓ DINERO. Allí estuvo la diferencia. Que el técnico, queriéndolo o no, superó mis expectativas al no cobrarme. Eso generó, para mi y en esta oportunidad específica, la EXPERIENCIA SENSACIONAL.

RESOLVÍ MI PROBLEMA Y NO ME COSTÓ DINERO.

Por eso, siempre mi recomendación es que, al diseñar tu estrategia de aproximación al mercado, te detengas a pensar qué ocurre en la mente de tu cliente, qué problemas tiene que tú puedes solucionar con tus productos o servicios, qué tan graves pueden ser esos problemas y lo que pueden significar para tu cliente, etc…

Se trata de que te apartes del discurso de venta tradicional, hagas un ejercicio de empatía con tus clientes potenciales y descubras qué es eso que ocurre en la mente de ellos, que los puede impulsar a tomar una decisión que sea favorable hacia tu empresa, y los productos o servicios que esta representa.

Este es el famoso “discurso de ventas centrado en el cliente”, pero no centrado como cuando una batería antiaérea está centrada sobre un objetivo, sino centrado en el sentido de que te pones en sus pies (empatía) y, desde esta posición, entender qué valor añade lo que tu ofreces a su vida y la vida de los suyos.

Te dejo abajo otros artículos con cuya lectura podrás complementar la publicación de hoy.

 

¡Gracias, Luis, de PC INFO RED en Santa Pola, por haberme dado la oportunidad de vivir esta experiencia para compartirla con mis lectores y clientes!

 

 

LUCY: ¿Estamos Conscientes De La Trascendencia del Contenido Que Generamos?

LUCY: ¿Estamos Conscientes De La Trascendencia del Contenido Que Generamos?

LUCY: ¿Estamos Conscientes De La Trascendencia del Contenido Que Generamos? - Joel Pinto RomeroCon la explosión de las distintas plataformas sociales, tu empresa tiene la oportunidad de comunicarse directamente con sus clientes, en un espacio abierto, a la vista de todo el mundo y con la capacidad de llegarle a cientos, miles de personas.

Una responsabilidad que antes recaía en profesionales específicamente preparados en temas de comunicación, es ahora un espacio abierto en el que cualquier persona, como tú y yo, sin ninguna experiencia ni preparación previas, puede participar.

Y es allí donde creo que puede estar la razón del tema que me mueve el día de hoy: la trascendencia del contenido que tú, cada día, con mayor o menor frecuencia, compartes con las personas que te siguen y leen tanto en tu página de Facebook, como en tu cuenta de Twitter, el blog de tu empresa, en fin, en cualquiera de las plataformas que hayas escogido para entablar conversación con ellos.

¿Cómo impacta ese contenido a las personas que lo leen?¿Qué valor aporta a sus vidas?¿Las enriquece?¿Las hace mejores?

O por el contrario…

 

La película Lucy y una invitación abierta al consumo de drogas.

 

Hace unas semanas fui con mi pareja a ver la película “Lucy”, protagonizada por Scarlett Johannson y Morgan Freeman. Ambos actores me gustan un montón, él por las muchas películas que he visto suyas, y ella porque me parece una heroína fenomenal, desde que vi su participación en “Los Vengadores”.

Ojo, que no soy crítico de cine. Vaya por delante la aclaratoria. La película no te la voy a contar, porque sería bueno que tú la vieras y te formaras tu propia opinión. Los efectos especiales son espectaculares, la banda sonora está muy bien también y, en general, los que hicieron la película supieron crear ese ambiente tenso, angustiante y de ansiedad, que caracteriza a este tipo de género. Por ese lado, todo muy bien.

Sin embargo, hacia el final de la película, mi esposa y yo nos quedamos boquiabiertos. El mensaje que quedó palpitando en nuestras cabezas, con una fuerza enorme, fue espantoso.

Consumir drogas, te convertirá en un dios omnipresente.

Existe una droga en el mundo que te da la capacidad de usar el 100% de tu cerebro, de convertirte en un ser invencible, de tener súper poderes y, finalmente, “ser omnipresente” como Dios mismo.

¡Vaya una oferta interesante para un joven adolescente que esté pasando por momentos difíciles en su vida!

O para incluso una persona más crecidita que pueda encontrar en este mensaje la esperanza que tanto necesita para seguir llevando su vida adelante.

 

Sé consciente del contenido que generas y de su impacto.

 

Obviamente, no sé que pudo estar pasando por la mente de las personas que escribieron el guión de esta película, ni tampoco sus intenciones, ni nada de eso. Lo que si me queda claro es que, en algún momento del camino, dejaron de prestarle atención a algo: El impacto que el contenido de la película podía tener en la audiencia que la iba a recibir.

Para tus fans y seguidores, lo que tu digas y compartas puede tener un impacto importante en sus vidas.

Y es algo que tú tienes que tener muy en cuenta, independientemente de tu producto, de tu empresa y del tipo de industria en el que te mueves: Siempre van a haber personas que te tendrán como referente de algo, para quienes lo que tú dices les sirve de guía y lo toman como modelo.

Para ellos, el contenido que tú generas y compartes en tus perfiles sociales tiene una importancia que puede ir mucho más allá de lo que tú puedes medir con herramientas analíticas. Tus ideas y propuestas pueden cambiar sus vidas… para bien o para mal.

¿Estás dispuesto a asumir la responsabilidad que eso conlleva?

 

Dispuestos a perder la vida para ser los más populares del grupo.

 

¿Conoces el programa “Ciencia para Estúpidos” del Discovery Channel? ¿Te has fijado en la cantidad de personas que hacen cosas en las que corren riesgos enormes, todo con el fin de colgar en YouTube un vídeo que se haga viral?

Huesos y narices rotas, personas que han sufrido lesiones permanentes, habrá incluso personas que han perdido la vida tratando de hacer cosas que antes solamente las hacían individuos específicamente entrenados para ello: lanzarse en esquíes  por pendientes muy inclinadas, saltar sobre vehículos, y otras cosas.

¿Cuántos huesos te quieres romper para que tu vídeo en YouTube sea viral?

Es realmente infinita la cantidad de estupideces que la gente, sobre todo los más jóvenes, está dispuesta a hacer para ganar notoriedad y ser los más populares de sus grupos.

¿Cuándo vamos a parar? ¿Cuándo vamos a dejar de estar dispuestos a perderlo todo, por lograr esos “15 minutos de fama” que tanta gente busca ansiosamente?

 

Asumamos nuestra responsabilidad como comunicadores.

 

Ya que te has decidido a utilizar las plataformas sociales para compartir con tus clientes y amigos el contenido que genera tu empresa, y contenido interesante generado por otros, debes tener en mente siempre esta responsabilidad.

Como comunicador, eres moralmente responsable del impacto que tus palabras e ideas tienen en el público que las recibe.

Siempre habrá personas que vean a tu empresa, tu producto o incluso tu propia persona, como un referente de algo. Para ellos, lo que tu dices es muy importante y puede tener importantes consecuencias en sus vidas, en sus negocios, en sus profesiones, tanto positivas como negativas.

Si realmente queremos construir un mundo mejor, asegúrate, siempre que puedas, de que el contenido que generas y el que compartes, aporta valor a sus vidas, resuelve problemas, los ayuda a ser mejores, los concientiza acerca de temas importantes.

Solamente de esa manera, estaremos siendo comunicadores responsables ante el mundo y ante nosotros mismos. ¿No te parece que así todo sería mejor?

 

 

Crédito fotografía: Puente Libre – México

 

 

 

 

Artículos que te recomiendo leer en este blog:

Responsabilidad Social Corporativa: ¿Comenzamos por el sitio correcto? 

Viralidad: La Opinión De Un Creativo.

Viralidad: La Opinión De Un Creativo.

Han habido muchos casos de vídeos que han alcanzado niveles extraordinarios de popularidad y que, teóricamente, dicha viralidad ha tenido efectos muy positivos en el desarrollo del negocio y el posicionamiento de la marca.

Y digo “teóricamente” porque también sería interesante evaluar el impacto que ha tenido en las ventas de un producto específico el hecho de que un vídeo de la marca se haya convertido en el más visto por una audiencia particular, en un momento determinado.

En todo caso, el post de la semana pasada no quedaría completo sin agregar la opinión de una de tales empresas, que han tenido la oportunidad de crear una de esas piezas que se han hecho famosas por la viralidad que han alcanzado.

El vídeo en cuestión es el siguiente. Disfrútalo y, como hicimos la semana pasada, luego que lo veas, lo comentamos.

 

A Dramatic Surprise On A Quiet Street

 

¿Extraordinario, verdad? Bueno, a mí me parece así. En todo caso, tal vez pudieras pensar que la agencia creadora de esta espectacular pieza tuvo algo que ver con el impacto alcanzado por la misma, y es por ello que quiero destacar los comentarios que hace Kris Hoet, representante de Duval Guillaume Modem, agencia responsable del vídeo, en una entrevista publicada en el portal Social Times.

Como siempre, el vínculo a la entrevista original está al final del post.

 

No hay manera posible de planificar un contenido viral.

 

“No hay manera posible de planificar un contenido viral y mucho menos prepararte para ello” según el propio Hoet. Y eso lo debes tener claro para poder ajustar tus expectativas cuando pones en marcha campañas de este tipo.

El fenómeno de la viralidad es una combinación de una gran cantidad de elementos, mucho de los cuales escapan de tu control, sobre todo cuando te das cuenta que la viralidad se produce cuando los miembros de la audiencia deciden compartir un contenido específico.

“No hay fórmula mágica para crear contenido viral. Si la hubiera, todos seríamos ricos” afirma Hoet en la misma entrevista, y agrega “Si creas algo que le gusta al cliente que te contrata, que crees que le puede gustar a al público, invitarlos a pensar y que se alinea con la marca, entonces estás comenzando con buen pie”

Pareciera sorprendente que algo que alcanzó 10 millones de vistas en las primeras 48 horas y se convirtió en el spot publicitario más compartido de la historia (por lo menos hasta ahora), haya sido planificado de una manera tan simple:

  • Le gustó al cliente.
  • Sus creadores tenían la confianza de que le iba a gustar a la audiencia.
  • Sería un contenido que invitaría a pensar.
  • Y se alineaba con el concepto de la marca.

 

La importancia del contenido en los vídeo virales.

 

Y esto creo que destaca la importancia de crear contenido de calidad, de buen gusto y, sobre todo, que invite a pensar, que “enganche” con la audiencia, que la emocione y que llegue al corazón. Si no fuese de esta manera, no se habrían podido lograr por lo menos tres de los cuatro puntos que te mencioné arriba.

El mismo Hoet agrega en la entrevista, “La gente habla de la amistad y lo que la amistad significa, y eso es parte de lo que queríamos lograr”, refiriéndose a otra de las campañas que la agencia ha desarrollado, que también ha sido muy popular.

Fíjate que se refiere a un sentimiento, a una emoción profundamente arraigada en nuestro corazón. No dice: “Nosotros queríamos que la gente lo compartiera y se hiciera viral”. Por el contrario, nos invita a buscar la conexión emocional con conceptos valiosos para la persona a la que nos dirigimos.

Es por ello que el contenido debe ser el Rey en todos tus esfuerzos de marketing, se conviertan en virales o no, lo importante es crear material que tenga sentido, que le guste al cliente, del cual tú como creador te sientas orgulloso, que tengas la seguridad de que va a gustarle a tu público y, sobre todo, que los invite a pensar.

Te dejo aquí otra campaña espectacular de la misma agencia. ¿Me comentas que te parece?

 

Descubre al 007 que hay dentro de tí. ¡Tienes 70 segundos!

 

Crédito fotografía: rawpixel en Unsplash

 

Lo prometido:
La entrevista a Kris Hoet en Social Times.

Artículos relacionados en este blog:
Una Relación Incontrolable: La Viralidad y El Impacto Emocional
La Viralidad comienza con el Impacto Emocional.

Pin It on Pinterest

¿Te puedo ayudar?