Una de las creencias que están más asociadas con el trabajo de los profesionales independientes y emprendedores, es el de la libertad que disfrutan por ser
«amos y señores» de su tiempo.
Es decir, pareciera ser que uno de los atractivos principales del trabajo por cuenta propia (o el de montar un negocio propio) es el de disfrutar de plena libertad para decidir qué hacemos, cuando lo hacemos y por cuánto tiempo, sin tener que rendirle cuentas a nadie, sin tener un jefe (o un supervisor inmediato) con el que tengamos que «marcar tarjeta», ni nada por el estilo.
Y aunque ciertamente poder administrar nuestro tiempo a discreción es un beneficio espectacularmente importante del trabajo como profesional independiente, sobre todo para resolver problemas imprevistos importantes o situaciones familiares de emergencia, creo que más allá de la libertad de la cual podemos llegar a disfrutar como profesionales independientes, tenemos que tomar en cuenta que hay una pregunta a la cuál debemos darle respuesta siempre, a partir del momento en que decidimos lanzarnos en solitario.
Ahora que no tenemos un jefe inmediato, ¿quién se hace responsable de los resultados de nuestra gestión?
La respuesta, por tonta, debería ser igualmente obvia: el responsable de tus resultados como emprendedor, o profesional independiente, eres tú mismo.
Si, es cierto que no tienes un jefe esperándote en la oficina para ponerte mala cara por llegar media hora tarde, o por tomarte tiempo de más para el cafecito de la mañana, así como tampoco habrá nadie que te reclame el cumplimiento de una cuota de ventas.
Eso es completamente cierto. Pero entonces, si no hay alguien que esté allí para exigirte resultados, ¿quién lo hará entonces?
Ser profesional independiente significa hacerte tú mismo completamente responsable por los resultados económicos de tu trabajo
Porque de alguna manera tienes que asegurarte que a fin de cada mes, de cada trimestre, de cada año, tu proyecto se esté moviendo hacia adelante, ¿no?
Y es una de las trampas más sutiles en las que puedes caer como emprendedor si no te detienes a analizar los roles que asumes cuando trabajas por tu cuenta: confundir la libertad que disfrutas con el no tener que responder a nadie por tus propios resultados.
Quizás cuando trabajas para un tercero es mucho más fácil porque, a menos que seas vendedor o trabajes en el área de ventas, el responsable por la producción de dinero será otro y tú tendrás que limitarte sencillamente a cumplir un horario y tendrás otro tipo de metas, seguramente no económicas.
Pero, cuando trabajas para otro, cada quince días, o cada final de mes, si las cosas funcionan bien, tu nómina será depositada directamente en el banco, o te esperará un sobre en tu oficina con el chequecito y todos los números en orden, sin problema alguno.
Ahora, cuando vas por cuenta propia la realidad es un poco diferente. Bastante diferente.
Planificación y metas, el mejor punto para empezar a asumir nuestras responsabilidades.
Cuando dicen que un emprendedor o profesional independiente «es su propio jefe», te lo están diciendo todo con mucha claridad aunque, seguramente no hayas querido asumirlo en su significado más completo.
«Ser tu propio jefe» significa que:
- Eres tú mismo el que debe asegurarse de cumplir un horario de trabajo de forma regular, o que le estás dedicando a tu trabajo las horas que son realmente necesarias.
- Eres tú el que tiene que dar el ejemplo a tus otros colaboradores y empleados acerca del cómo se deben hacer las cosas y no escudarte en aquello de que «haz lo que te digo, pero no lo que yo hago», simplemente porque eres el jefe.
- Debes desarrollar la capacidad y el liderazgo necesario como para conducir tu proyecto, o tu negocio, por el camino correcto.
- Debes desarrollar la capacidad de tomar las decisiones que sean necesarias para que todo ocurra según un plan y según unos objetivos establecidos con anterioridad.
- Debes también desarrollar la capacidad de analizar de forma objetiva las cosas que haces y los resultados que obtienes, para que puedas corregir lo que haga falta y mejorar lo que esté saliendo bien.
En pocas palabras, «ser tu propio jefe» implica tener un carácter lo suficientemente sólido como para ser estricto contigo mismo en el cumplimiento de metas y en el seguimiento de las normas más elementales de cualquier negocio o proyecto, comenzando por el cumplimiento de un horario de trabajo establecido y el logro de objetivos determinados.
La tarea principal de todo emprendedor es la de convertirse más que en un jefe, en el líder de su propio emprendimiento, capaz de llevar su nave a buen puerto y con resultados felices.
Y justamente para poder establecer con claridad hacia dónde quieres ir y los objetivos que quieres alcanzar, debes comenzar por analizar tu situación actual.
Si te fijas, la foto que escogí para este artículo es de niños, de un «mapa del tesoro».
Con ella quise ilustrar, de la forma más sencilla, posible el trabajo que nos toca hacer:
- Establecer un camino claro y seguirlo.
- Conocer los obstáculos que se pueden presentar en nuestro camino (piratas que nos querrán robar todo, ballenas gigantes, tiburones hambrientos, islas desiertas con cocodrilos, etc) y tener un plan para sortearlos.
- Tener un destino conocido: nuestra isla del tesoro, el logro de nuestros objetivos.
Además de todo esto, hay un detalle que es sumamente importante: Debes hacerte responsable de tus resultados y acostumbrarte a rendirle cuentas a alguien, aunque sea a ti mismo.
«Me hago responsable de los resultados mi gestión y del uso de mi tiempo»
Una de las recomendaciones que hacemos los consultores profesionales cuando llegamos a este punto, es la de pedirle a nuestro cliente que establezca un punto externo para reportar resultados, puede ser un compañero de la misma industria, la pareja, un buen amigo o alguna otra persona de confianza.
Porque cuando eres tu propio jefe, es fácil excusarte a ti mismo cuando los resultados son pobres o cuando no estás cumpliendo de manera fiel el plan que te habías establecido al principio. Es fácil ser complacientes con nosotros mismos y hacernos la vista gorda cuando sabemos que no estamos haciendo las cosas de forma correcta.
Ser autocomplaciente es el camino más rápido para engañarte a ti mismo y fracasar en tu proyecto emprendedor.
Pero ya no resulta tan fácil cuando es un tercero, un agente externo, el que tiene la tarea de preguntarnos regularmente: «Hey, ¿y qué tal los resultados de este mes? ¿estamos llegando a números o estamos nuevamente lejos de ellos?», o cosas más sencillas cómo «¿Cuántas horas le estás dedicando a tu trabajo cada semana?»
¿Entiendes por donde van los tiros?
La idea es que escojas una fuente externa, una figura de tu confianza con la cual puedas compartir estos temas y hacerlo partícipe de tu necesidad de responder por los resultados de tu trabajo.
Es la forma más sencilla de evitar el auto-engaño y la complacencia.
De otra manera, correrás siempre el riesgo de hacerte la vista gorda cuando las cosas no están saliendo bien y seguir adelante cuando realmente lo que deberías hacer es cambiar de rumbo y dedicarte a otra cosa.
En mi caso, quiero compartir contigo lo que será mi planificación general de este año, y el primer artículo del blog del año que viene, lo utilizaré para revisar si las metas que establecí fueron alcanzadas y cómo ha resultado todo.
De esta manera estaré creando un compromiso personal contigo para hacer una correcta gestión de mi tiempo y de mis resultados, y que el año que viene me puedas decir: «Oye, Joel, ¿y cómo ha salido todo? ¿has logrado todas las cosas que te has propuesto?»
En cuanto al cuidado de mi salud, y tomando en cuenta que voy a someterme a una cirugía de mi hombro izquierdo en el primer trimestre del año, me comprometo a lo siguiente:
- Hacer un mínimo de 94 salidas en la bicicleta, en casa o fuera.
- Recorrer un total de 750 kilómetros, como mínimo.
- Hacer un mínimo de 65 sesiones de aeróbicos de una hora.
- Bajar de peso hasta poder mantenerlo por debajo de los 100 kilos.
En cuanto a mi negocio como consultor independiente, me comprometo a lo siguiente:
- Aumentar mi facturación un 30%.
- Aumentar la venta de libros en un 30%.
- Consolidar mi plan de inversiones y alcanzar un rendimiento del 30% anual sobre el capital invertido.
- Escribir un mínimo de un artículo cada mes y un total de 18 artículos en el año, como mínimo.
- Producir seis nuevos vídeos para mi canal de YouTube.
- Preparar el material del segundo libro en español.
Como ves, ya tengo un plan general de acción que me permitirá orientar las acciones que realice hacia el logro de estas metas, así como también me mantendrá alejado de aquellas actividades que no sean positivas para mi.
¿Te fijas qué sencillo puede llegar a ser?
He escogido para ti estos artículos de este blog, que se relacionan con el material que he escrito para ti hoy. Espero que te sean de utilidad:
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