¿Sabías Que También Ganas Cuando No Pierdes?
,Hoy tengo que llevar el coche al taller porque tiene un ruido muy molesto que no se le ha quitado en los últimos días. Desde hace tiempo ya sé que tengo que llevarlo pero, entre una cosa y otra, no he podido.
Además, siempre me pone nervioso el tema de llevar el coche al taller porque uno nunca sabe qué será. Es obvio: no es el tema de mi especialidad y, aunque yo pueda tener la impresión de que el sonido proviene del desgaste de los cauchos, no estoy seguro.
Y a estas alturas del partido, antes de que se me vaya a dañar el coche y generarme inconvenientes mayores, prefiero llevarlo al taller y dejar que sea Rogelio, el mecánico, quien me diga de qué se trata esta vez.
Los ojos de un veterano pueden detectar problemas y situaciones que a un novato le pasan desapercibidas. Es lo normal.
Estoy seguro que Rogelio se montará en el coche conmigo, iremos a darle una vuelta, me pedirá que lo acelere y lo frene, como ha ocurrido otras veces y entonces, cuando el ruido ese que a mi me resulta tan molesto aparezca otra vez, él podrá identificar de qué se trata y decirme cuál es la solución más probable.
Esa es su especialidad.
Por eso dicen que “zapatero a tus zapatos”. ¿En cuánto tiempo lo hago yo y cuánto tiempo le toma a un profesional?
Hace mucho tiempo, en mi época de adolescente, me gustaba meterle mano a mi coche: le cambiaba las bujías, el aceite, los filtros, los amortiguadores, le ajustaba los frenos y algunas otras reparaciones menores.
Sin embargo, de un tiempo bastante largo para acá, no me siento lo suficientemente capacitado para hacerlo yo mismo y he decidido, cuando no se trata de cosas obvias y evidentes, confiar en un especialista para que me resuelva los problemas que surgen con los coches que tenemos en casa.
Los coches hoy en día son demasiado avanzados tecnológicamente para mi y me da mucho temor terminar rompiendo algo simplemente, por no tener los conocimientos necesarios o por querer improvisar.
¿Qué me podría ahorrar algún dinero haciéndolo yo mismo? Por supuesto que sí, si supiera hacerlo y, además, en un tiempo razonablemente corto.
¿Sabes?
Muchas veces no se trata solamente de que te ahorres el dinero haciendo algo tú mismo, sino que también tomes en cuenta el valor que tiene el tiempo que le dedicas a esa tarea que está fuera de tus destrezas inmediatas.
Hace varios meses me puse a cambiar una de las bombillas del coche, de los faros delanteros y, aunque te parezca increíble, me tomó alrededor de un par de horas. Si lo calculas según lo que cobro yo a mis clientes por mis horas de consultoría, estás hablando que el cambio de la bombilla del coche, según mi tarifa, me costó 100 euros.
Si le pusieras precio a tu hora de trabajo, te darías cuenta que hay veces en que mejor te sale contratar a un profesional para hacer aquellas cosas que no son tu especialidad.
Supón que me hubiese dado un descuento especial del 50% por ser amigo de confianza: El cambio de la bombilla me habría costado la módica suma de 50 euros.
¿Cuanto cobran por cambiar la bombilla en un taller especializado? 10 euros. ¿En cuanto tiempo lo hacen? No más de media hora.
¿Te fijas la diferencia?: A mi me tomó dos horas y dejé de ganar 100 euros (porque ese tiempo pude habérselo dedicado a un cliente) cuando en el taller me habría costado un 90% menos, no me habría ensuciado las manos y el trabajo habría estado listo en 30 minutos.
No solamente eso, sino que después, cuando llevé el coche al servicio, el mecánico me preguntó que quién me había cambiado esa bombilla, porque lo había hecho mal y la había dejado apuntando hacia arriba, de forma indebida.
Es decir que no solamente perdí el tiempo sino que, además, estuve molestando a los otros conductores durante todo el tiempo que manejé mi coche después de haber hecho la “reparación” y, por último, perdí el tiempo porque igual tuve que pagarle al mecánico para que la pusiera como la tenía que poner.
Muchas veces, tenemos la tendencia a pensar que haciendo las cosas nosotros mismos, salimos ganando porque nos ahorramos el dinero, cuando al final puede terminar siendo diferente o aún peor, que pierdas tiempo y dinero.
¿A dónde voy con todo esto?
Dame dos segundos que continúo.
Cuando te aventures en áreas nuevas, apóyate en la experiencia de otros para evitar riesgos innecesarios.
Continuando con la pregunta de “¿sabías que también ganas cuando no pierdes?” quiero compartir la historia de un compañero a quién uno de sus clientes una vez le pidió que le ayudara a hacer la planificación de un negocio en el cual quería meterse.
Su cliente estaba sumamente emocionado con la idea que tenía en mente, le parecía que era un proyecto fenomenal, con mucho potencial. Había sacado sus cuentas y, puntos más, puntos menos, en 6 meses (o menos) estaría “ganándose una pasta”, como él mismo lo decía.
Lo tenía todo controlado. Como tenía amigos en el banco después de mantener relaciones comerciales por años y tener un excelente récord de pago, sabía que podía tener acceso a financiación sin problema. Su idea era pedir 250,000 euros para montar el negocio y arrancarlo apenas comenzara la siguiente temporada turística.
Cuando te estás aventurando en áreas que no son tu especialidad, mejor piénsatelo dos veces antes de asumir riesgos innecesarios o comprometer la salud de tu negocio.
Mi amigo consultor, fiel a esa mala costumbre que tenemos los consultores profesionales de no dejarnos seducir por todo lo que brilla, quiso validar toda la información que su cliente estaba utilizando como soporte de su proyecto de negocio y ofrecerle una valoración honesta y sincera.
Los resultados que tuvo que ofrecerle al cliente eran los siguientes:
- El mercado local estaba ampliamente controlado por cinco empresas de la zona que tenían una amplísima trayectoria en el mercado, controlaban las relaciones con los hoteles así como también los distintos operadores turísticos.
- Las tarifas que su cliente estaba utilizando para calcular la rentabilidad de su negocio, estaban muy por encima de las tarifas vigentes en el mercado, por lo que tendría que ajustarlas hacia abajo si quería entrar al mercado con una propuesta de precio competitiva, más aún por ser la empresa nueva en el mercado, sin trayectoria y sin relaciones previas en el sector.
- El cliente también había desestimado en su cálculo de rentabilidad muchos otros costos que estaban asociados al servicio que quería prestar por lo que los cálculos que había hecho del “tiempo que le tomaría comenzar a ganar una pasta” eran erróneos: Le tomaría muchísimo más.
¿Qué pasó entonces? Ante toda esta evidencia, su cliente puso el proyecto de lado y decidió estudiar mejor el mercado donde quería meterse y valorar cuáles eran las mejores opciones para él.
¿Cuál es la moraleja de esta historia?
Que independientemente del dinero que este cliente le estaba pagando a mi amigo, el consejo profesional de este último le impidió meterse en un negocio en el cual estaba destinado a perder dinero de forma irremediable.
¿Cuánto dinero podría haber perdido? Nadie lo sabe porque, gracias a Dios, nunca ocurrió.
Es por ello que, el mejor consejo que te puedo dar es que te apoyes en personas que tengan experiencia en aquellas áreas ajenas a tu especialidad: bien sea que los contrates como empleados o como consultores externos, es igual.
La idea es que ese profesional ponga a tu disposición conocimientos y experiencia que tú no tienes, y te ayude a resolver problemas que tú no sabes resolver o que, si te pusieras a hacerlo, simplemente te haría desviarte de la que es tu responsabilidad principal: la gestión de tu negocio.
Si, es muy bueno y reconfortante tener la capacidad de llevar puestos muchos sombreros al mismo tiempo, por supuesto que sí. Pero si por llevar muchos sombreros, vas a meterte en camisa de once varas y comprometer la salud de tu negocio sin necesidad, entonces no tiene sentido.
Las empresas deben crecer sobre los hombros de sus empleados y colaboradores, apoyándose en la experiencia y profesionalidad de cada uno de ellos, permitiéndoles aportar lo mejor de si para hacer su trabajo de la mejor manera posible o incluso, hacerlo mucho mejor que tú, si fuese el caso.
Cuando no sepas o no estés seguro: pregunta, delega o consulta.
No hace falta correr riesgos innecesarios simplemente por querer actuar como el hombre orquesta.
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