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¿Cuánto pesa la mochila que llevas a cuestas?

¿Cuánto pesa la mochila que llevas a cuestas?

¿Cuando fue la última vez que te detuviste a pensar si la forma en que manejas las situaciones difíciles que se te presentan con un cliente es la más adecuada?

¿Has pensado acaso que, si tus niveles de estrés continúan en los niveles que están ahora, quizás sea mejor que consultes con un especialista?

¿Cuando fue la última vez que te detuviste a vaciar tu mochila?

«¿Qué mochila?» – me preguntarás.

La mochila emocional en la que vamos guardando las piedras, o los recuerdos, de todas aquellas situaciones que nos ocurren en la vida. Porque aunque las manejes de forma exitosa y creas que no han tenido efecto alguno en tu vida, sus secuelitas quedan por allí, guardaditas.

Y cuando menos te lo esperas, salen a la luz…. algunas veces en situaciones sin ninguna importancia. Otras en el momento menos apropiado.

Aún cuando creas que las cosas que ocurren en tu vida diaria no tienen consecuencia alguna, es bueno siempre sentarse y dar una buena revisión, por si acaso.

Conversaba la semana pasada con una amiga muy querida, Katherine García, instructora de yoga y pilates en Madrid, una de esas amistades de toda la vida (nos conocimos hace casi 30 años y fui padrino de su matrimonio… o sea) acerca de que a nosotros, los seres humanos, se nos da muy fácil el seguir utilizando siempre las mismas herramientas que nos son conocidas y que nos han funcionado durante toda la vida, sin darnos cuenta de que pudieran existir herramientas aún mejores que nos harían todo mucho más fácil.

Y es que pareciera que la onda, o la moda, ha sido justamente esa: demostrar la dureza que podemos demostrar cuando las cosas se ponen difíciles y la fortaleza con la que nos ponemos de pie nuevamente.

A mi me es un escenario muy familiar porque, si hay una cosa que caracteriza a las personas que nos dedicamos a las ventas, es justamente esa capacidad de ponernos de pie, un día sí y otro también, a pesar de las múltiples veces que los clientes nos puedan mandar bien largo a freír espárragos.

 

Pero, ¿cuando y cómo te das cuenta del peso que llevas en tu mochila?

 

Sabes que siempre que hablo de estas cosas, me gusta compartir contigo un ejemplo más práctico, si se quiere, para explicarme mejor. Aquí te va:

En mi época de adolescente, cercano a los veinte años, era instructor en un gimnasio de pesas. Tenía alumnos tanto para entrenarlos en levantamiento de pesas como para clases aeróbicas.

¿Te suena la frase «No pain, no gain», que se traduce en algo así como «Si no te duele, no crece»?

Pues ese era mi «motto» como instructor.

Y mis alumnos sabían que les iba a exigir hasta la última gota de sudor. Y aún así, si podía exigirles más, lo haría. Siempre con la buena intención de ayudarlos a dar el máximo de sí mismos y con el convencimiento de que, si daban lo mejor de sí mismos, los resultados iban a ser súper positivos y estarían muy contentos. 

Exigirte tu máximo rendimiento es siempre positivo, por supuesto que sí, aunque no necesariamente es la estrategia adecuada en todo momento.

 

Uno de los alumnos que recuerdo con más cariño fue Jorgito, un chico que comencé a entrenar cuando tenía 14 años y lo dejé cuando tenía 17. Él lo daba todo de sí en cada entrenamiento. Si yo le pedía cinco repeticiones más, me las daba. Si aún así, le pedía una más, Jorgito lo hacía.

¿Cuál fue el resultado?

Que después de esos tres años de dedicación y esfuerzo, Jorgito logró incluso equiparar su fortaleza física con la mía, y hacíamos competencias amistosas entre nosotros para ver quién podía levantar más peso. Algunas veces ganaba yo, otras veces ganaba él.

 

Porque haya funcionado una vez, no quiere decir que funcionará toda la vida, ni en todos los casos.


Y justamente ha sido una lección que me ha costado un montón aprender: lo que me funcionaba en aquéllas épocas, en mis veinte años, no me funciona tan bien ahora. O por lo menos, no me sirve para todo.

¿Cómo lo aprendí?

Pues ha sido recientemente, durante las sesiones de guía espiritual que he tenido con un muy querido amigo y sacerdote, Robinson Tobón, a través de las cuales he ido descubriendo que en «mi mochila» había una cantidad de cosas que yo creía tener perfectamente controladas y que, sin embargo, me estaban impidiendo avanzar en mi vida profesional sin que yo me diera cuenta de ello.

Y una de esas cosas era, justamente, el «no pain, no gain» que tanto me sirvió en mis años adolescentes y también temprano en mi carrera profesional.

Haber reconocido que llevaba esas «piedras» en mi «mochila emocional» fue un gran descubrimiento para mi que me impulsó a buscar información acerca de esos temas, justamente con el deseo de trabajar en ello y darle carpetazo, es decir, poner la situación bajo control y no permitir que siguiera siendo un obstáculo para mi.

Estamos actualizados a cambiar de móvil cada cierto tiempo para tener el modelo más actualizado. ¿Por qué no hacemos lo mismos con nuestras herramientas profesionales, personales y espirituales?

 

En esa búsqueda, muy bonita y provechosa por cierto, me encontré con un audio-libro que me ha resultado sencillamente fenomenal y que es la razón por la cuál he querido escribir esta entrada hoy.

Se titula «Los Diez Secretos de la Abundante Fidelidad» publicado en el canal de YouTube de Los Secretos de la Mente Millonaria, basado en el libro de Adam J. Jackson.

Y a pesar de que la referencia esa a «Los secretos de la mente millonaria» pueda parecerte un poco frívola, al menos en principio, si escuchas el audio-libro podrás encontrar, como pude yo, más de un consejo que te ayudarán a evaluar la forma en que afrontas tu vida, tanto profesional, como personal y espiritual.

Quizás de esa evaluación salgan cosas muy buenas y positivas para ti, como me ha ocurrido a mi.

Te dejo abajo el vínculo para que veas el vídeo. Es un poco bastante largo (casi 3 horas y media) por lo que, de entrada, te recomiendo que lo vayas viendo por partes y vayas tomando nota de las cosas que te resulten más relevantes.

Espero que te sea positivo.

Una de las recomendaciones que le hago a mis clientes de consultoría es que busquen siempre la forma de aportar valor en sus relaciones profesionales. Pues esta es una de esas formas.

¡Espero realmente que les sea de provecho! 

Créditos fotografía: Milan Ahir en Unsplash

Poniendo Orden en Casa: Lo Cortés No Te Quita Lo Valiente

Poniendo Orden en Casa: Lo Cortés No Te Quita Lo Valiente

Primero que nada, debo darle a cada uno de ustedes las gracias por su paciencia y por el haber sabido entender esta ausencia, que entre pitos y flautas, se ha prolongado ya por varios meses.

Diferentes circunstancias personales se han unido a mis cotidianas obligaciones profesionales y me han impedido tener el tiempo suficiente para sentarme a desarrollar los temas que han surgido en reuniones con colegas, clientes y amigos, y que están directamente relacionados con el sector profesional en el que me especializo y al que está dirigido este blog.

Mi madre vino de visita al inicio de la primavera y lo que se suponía iba a ser un simple viaje de vacaciones, de compartir, de estar con sus nietos, su nuera y su hijo, se convirtió al final en una recaída que la tuvo indispuesta por varios meses.

De más está decirte qué, durante esos meses, yo me convertí en su enfermero, su asistente, su cuidador.

Gracias a Dios, ya se encuentra de nuevo en su casa, en un estado de salud estable, controlado y con el tratamiento médico necesario para que no ocurran nuevas sorpresas.

No sé si conoces algo que se llama “El Síndrome del Cuidador de Enfermos” y es lo que le ocurre a las personas que cuidan de una persona enferma durante largo tiempo, una vez que el enfermo ya se encuentra mejor y no necesita ser atendido de forma tan cercana.

Se siente muy extraño cuando no sabes por dónde comenzar cada día, cuando sientes que te hace falta algo.

Pues eso me sucedió a mí y luego que mi mamá se fue de vuelta a su casa, me costó un mundo volver a centrarme en mi jornada diaria, en mi rutina profesional y personal.

Pero en fin, para no hacer de esta historia un drama, quería que lo supieras simplemente para que entendieras las razones de mi ausencia.

Gracias nuevamente por estar allí y por premiarme con tu confianza y con la lectura de las cosas que acá escribo.

Hay miles de cosas que aprender cada día si estamos abiertas a ellas.

 

Este tiempo también me ha servido para encontrarme conmigo mismo como persona, más allá del profesional que escribe estas líneas. Acostumbrados a vivir cada día del timbo al tambo, de una actividad a otra, de una carrera a otra, generalmente tenemos muy poco tiempo para hacer una pausa y mirar las cosas con la calma necesaria para poder evaluarlas de forma objetiva.

Ese ha sido mi caso. Para mi, estos meses que han pasado han sido momentos en los que he podido encontrarme cara a cara con el reto más grande que tenemos los que somos profesionales independientes:

Poder alinear todos los roles que desempeñamos en nuestras vidas, y que no perdamos el juicio en el proceso.

A fin de cuentas, cada día tan sólo tiene 24 horas. Ni una más, ni una menos. Y hay momentos en los que hay que poner cada cosa en su sitio y dedicarle a las que son realmente importantes el tiempo que requieren, dejando a un lado aquellas que pueden ser atendidas luego o bien descartando aquellas de las cuáles se puede prescindir.

Más allá de todas las cosas, somos seres humanos, hijos, padres, hermanos, parejas, amigos. Y reconocernos a nosotros mismos en esta diversidad de roles simplemente nos hace entender que, primero que nada y por encima de todo, somos humanos y que en cada momento de nuestras vidas lo mejor que podemos hacer es dar lo mejor de nosotros mismos a aquello que ocupa nuestra atención en esos momentos, y que realmente es donde debemos poner todo nuestro tiempo y atención.

En medio de la vorágine que vivimos cada día, en medio de la velocidad y la presión que suele caracterizar nuestras vidas, hay valores básicos que debemos seguir cultivando, como son la humildad, la autenticidad, la sinceridad y la gratitud.

Mientras mi madre estuvo enferma en casa, pude darme cuenta de que era para mi una oportunidad para darle de vuelta el tiempo y la dedicación que durante tantos años ella me regaló a mi, sin pedirme nada cambio. Ha sido un excelente momento para mostrarle mi gratitud.

Su recaída me hizo darme cuenta de que nuestros cuerpos no son máquinas invencibles, sino simplemente cuerpos humanos, vulnerables, frágiles, a los cuales debemos cuidar y atender de la mejor manera que podamos, si no queremos sufrir luego las consecuencias. Eso me hizo verme a mí mismo de una forma bastante más humilde, sincera y auténtica.

Ahora te darás cuenta del porqué digo que podemos aprender muchísimas cosas si simplemente tenemos nuestros ojos y oídos bien abiertos cada día, tratando de sacar lo mejor de cada una de las situaciones que vivimos en nuestras vidas.

Lo cortés no quita lo valiente. Ser humano, frágil y vulnerable no te hace menos profesional, muy al contrario. Reconocerte en tu propia vulnerabilidad como ser humano te convierte en un profesional íntegro, completo, auténtico, sensible y, sobre todo, cercano.

 

Una buena oportunidad para poner orden en casa.

 

Sin embargo, tuve tiempo para poner en orden los proyectos de mi negocio. Siempre es bueno que te tomes un tiempo para hacerlo, porque la dinámica del día a día tiende a convertirnos en apagafuegos impidiéndonos dedicarle tiempo suficiente a la planificación de nuevos proyectos, incluso a la correcta gestión de los que tenemos en marcha.

Cuando pones orden en casa, tienes la oportunidad de dar prioridad a lo que realmente es importante.

Ya con todas las cosas de vuelta a la normalidad, tendré la oportunidad de sentarme a desarrollar múltiples temas que han surgido en mis reuniones con clientes y compañeros de trabajo, temas que suelen convertirse en obstáculos para los emprendedores que quieren desarrollar una gestión comercial y de negocios adecuada.

De momento, quiero terminar este post dándote las gracias por tu entendimiento y tu paciencia, y reiterándote mi compromiso de seguir ofreciéndote en las páginas de este blog mi opinión profesional acerca de aquellos temas que te pueden servir para sacar adelante tu negocio, tu empresa y, quizás, tu vida misma.

Porque tanto tú, como yo, somos primeramente seres humanos que estamos haciendo el mejor de nuestros esfuerzos para ofrecer al mercado nuestros productos y servicios, y que afrontamos, como todos, los retos que implica el tener que mantener un equilibrio entre todos los distintos roles que desempeñamos en nuestro día a día.

Hasta el próximo Lunes.

 

Crédito fotografía: Nosvos / Ver portafolio

 

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Por Encima De Todo y Primero Que Nada, Somos Personas.

Yo Escojo Lo Positivo: ¿Es Que Acaso Nos Hemos Acostumbrado A Quejarnos De Todo?

Yo Escojo Lo Positivo: ¿Es Que Acaso Nos Hemos Acostumbrado A Quejarnos De Todo?

Cada día que pasa confirmo más el hecho de que, mientras tengamos nuestros ojos abiertos a lo que nos ocurre cada día, más cosas podemos aprender.

Ciertamente, la vida nos ofrece cientos de oportunidades para aprender cosas valiosas y diferentes en todo momento, siempre que tengamos la disposición de escuchar con mucha atención y sacar la lección que se esconde detrás de cada situación que vivimos.

Hace algunos días me encontré en la calle con un amigo al que tenía ya tiempo que no veía. Luego de saludarnos de la forma tradicional, interesarnos por nuestras respectivas vidas y todo lo demás, le pregunté acerca de su trabajo.

Él me contestó: “¡La misma basura de siempre!”. Un poco desilusionado por su respuesta, recordando que el trabajo que tenía la última vez que nos vimos no era de su completo agrado, le pregunté: “¿Y eso?”.

“¡La misma basura de siempre, Joel. Literalmente, estoy recogiendo la basura en mi puesto de trabajo!”. Le pregunté entonces: “¿Y estás buscando algo entonces?”

“¡Pues no!” fue su respuesta.

Y creo que con la expresión de asombro de mi cara le demostré, quizás sin querer o por el cariño que le tengo, que realmente me sorprendía que no estuviera haciendo esfuerzo alguno para conseguir un trabajo diferente, algo que lo hiciera sentirse mejor luego de estar tantos años trabajando en el mismo sitio, sintiéndose mal, siempre quejándose de que su trabajo es una basura.

Hace algunos años ya, escribí en este blog un artículo titulado: “Me niego a seguir diciendo “Es lo que hay” y “Con la que está cayendo”, que son frases utilizadas regularmente para demostrar nuestra incapacidad de cambiar nuestras circunstancias para tener una vida mejor, de tomar el control de nuestro futuro, ya que el entorno negativo es el agente dominante y el factor determinante en casi todas nuestras cosas.

Me negué entonces, me niego ahora y me negaré el resto de mi vida, si Dios me lo permite, a dejar que los pensamientos negativos y la queja sean los que dominen mi forma de vivir.

Quejarte por costumbre te convierte en un personaje tóxico

 

¿A quién no le ha pasado que llega a trabajar para una nueva empresa y, de repente, se encuentra con uno de esos compañeros de trabajo que son capaces de robarle la energía hasta a la persona más positiva del mundo?

A mi, en lo particular, me ha pasado en dos de las tres últimas empresas con las que he trabajado. En una de ellas era mi propio supervisor inmediato el que se encargaba de descargar las baterías de su equipo de trabajo luego de cada reunión de ventas, o durante cada salida a la calle.

Si de tu boca salen solamente quejas, nunca tendrás la oportunidad de ver con claridad el camino que tienes por delante.

En la siguiente, casi todos los empleados solían quejarse con frecuencia de las míseras condiciones salariales, el retraso en el pago de las nóminas, las excesivas reuniones no productivas y para tú de contar.

Causa mucha frustración entrar ilusionado a trabajar en un sitio nuevo solamente para descubrir como son tus propios compañeros de trabajo los que se encargan de machacarte las ilusiones, robarte las energías y quitarte todos los ánimos para que, finalmente, termines convertido en uno de ellos: ¡un quejón más!

¿Quién quiere trabajar en una empresa rodeado de compañeros tóxicos, que pasan todo el día quejándose de la vida que tienen?

Son muy pocas las cosas que se construyen en un entorno de negatividad. Donde reina lo negativo no hay espacio para el pensamiento creativo, dinámico, ese tipo de pensamiento que es capaz de convertir la adversidad en oportunidad.

 

Cuando te quejas por costumbre, dejas de valorar cuáles son tus oportunidades

 

Primero que nada, pienso que el quejarte continuamente por algo sin hacer nada al respecto, te hunde para siempre en el problema, te hace parte de él y no te deja poner tus ojos en nada más.

Concentrar tus pensamientos en que tu situación es así porque sí y que nada puedes hacer al respecto, te sumerge en el mundo de la conformidad y la auto-justificación.

Solamente si tomas el control de tu vida y de tus cosas, comenzarás a valorar todo tu potencial.

¿Qué oportunidad de surgir puede tener este amigo que me encontré en la calle, el que mencioné al principio de este post, si para él su trabajo es una basura y, sin embargo, no hace ningún esfuerzo por encontrar algo mejor?

¿No pareciera esa como la actitud de una persona que se ha rendido ya y que ha dejado de luchar por su superación profesional?

Y si ya has tirado la toalla y no crees merecerte algo mejor, entonces no estás valorando todas las opciones que estarían disponibles para ti, si tan solo le dedicaras un poquito de tiempo a ver las cosas desde un punto de vista positivo, creativo y dinámico.

¿Cuál es mi consejo para ti?

Escoge siempre lo positivo. Muy realista, eso sí, pero siempre del lado positivo, y verás la diferencia.

 

Crédito fotografía: Portafolio / jorgophotograph

 

Artículos que te recomiendo leer en este blog:
Me niego a seguir diciendo “¡Es lo que hay!” y “¡Con la que está cayendo!”

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