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Publicidad: El poder de un testimonio.

Publicidad: El poder de un testimonio.

Seguramente has escuchado, a través de muchos medios, que el objetivo de toda campaña de marketing en estos días es el de desarrollar profundas relaciones con tu cliente, concentrando tus esfuerzos en ofrecer el mejor servicio antes, durante y después de la venta para crear clientes fieles, comprometidos con tu marca, que vuelvan a comprar tus productos con regularidad y te recomienden con sus amigos, relacionados y familiares.

Si haces una búsqueda en Google, seguramente encontrarás muchos miles de blogs que hablan de este tema, entre ellos este que estás leyendo ahora, y espacios en donde se ofrece de manera regular información muy interesante, consejos y estrategias de mucho valor que pueden, ciertamente, ayudarte a crecer tu negocio de manera impresionante, creando (o tratando de crear) clientes fieles.

Una de las herramienta que me ha resultado gracioso no encontrar, e incluso no verla mencionada con más frecuencia en las listas de recomendaciones y estrategias, es el testimonial de un cliente.

 

¿Qué es el testimonio de un cliente?

 

Es un concepto extraordinario y realmente valioso. El testimonio de un cliente es simplemente eso: Un cliente que está tan satisfecho con tus productos y servicios que tiene algo positivo que decir acerca de ti y está tan contento que no tiene problema en hacerlo.

Aún cuando tu nunca lo hayas escuchado, o que no lo haya hecho directamente contigo, este cliente satisfecho seguramente ya ha compartido, con su círculo de personas más cercanas, uno que otro comentario acerca de tus productos y de lo bien que le ha ido haciendo negocios contigo.

De hecho, en el mejor de los casos, ya te ha premiado con una segunda o tercera visita a tu negocio para comprar más cosas.

 

¿Cómo consigues que un cliente satisfecho comparta su testimonio acerca de ti?

 

Sea que tu empresa es nueva con apenas algunos clientes, o que ya tienes un tiempo significativo en el mercado con cientos de clientes, si has hecho bien tu trabajo, tienes un verdadero inventario de clientes que podrían ser tu mejor tarjeta de presentación para la captación de nuevos clientes e, incluso, para desarrollar con ellos una poderosa campaña publicitaria.

Lo complicado es, en muchas ocasiones, como hacer que ese cliente comparta su testimonio contigo sin colocarlo en una situación embarazosa, o que se sienta innecesariamente comprometido a hacerlo.

Muchas veces, la tentación inicial es ofrecerle algo a cambio, algún tipo de incentivo, algo especial, y eso es un error. Si ofreces algo tangible a tu cliente, podría ser tomado como una forma de pago y la credibilidad del testimonio se vería comprometida.

 

Reconoce el valor de tu cliente y de su testimonio.

 

La forma más sencilla de motivar a un cliente a compartir su testimonio es reconociendo primeramente el valor que ese cliente tiene para ti y fortalecer tu compromiso con él de continuar ofreciéndole muchas razones para estar contento con tu producto y tu marca.

Si ese compromiso tuyo se cumple, o se ha cumplido ya a través del tiempo, tu cliente no tendrá problema en compartir su testimonio con otros, porque realmente tus promesas han sido cumplidas y tu cliente está contento.

Reconoce igualmente el valor del testimonio de ese cliente, invitándolo a compartir su opinión con tus otros clientes. Muéstrale que su opinión es importante para ti y para otros que se pueden beneficiar de ella. Las herramientas para que puedas hacer esto abundan, sobre todo con el extraordinario crecimiento de Internet y la presencia ya establecida de las redes sociales.

Ocúpate de abrir espacios a través de los cuales tu cliente pueda comentar y participar con otros en la dinámica de tu negocio. Invitalo a compartir lo que siente, e incluso lo que sabe acerca de tus productos y servicios, reconoce su valor, hazlo parte integral de tu empresa y de tus estrategias.

 

Un testimonial puede tener cualquier formato.

 

Desde una sencilla carta de recomendación hasta una charla ante un grupo de clientes o prospectos, puedes ofrecer a ese cliente satisfecho muchos espacios para que comparta su opinión respecto a tu empresa.

Si tu cliente lo permite, graba un video de su testimonio y utilízalo como parte de tu campaña de publicidad. Yo personalmente creo mucho en esta herramienta, por encima de otras, por varias razones:

  • Una recomendación escrita: Dicen que el papel lo aguanta todo, por lo que una sencilla carta de recomendación pudiera no contener toda la carga emocional que el cliente querría compartir.
  • Una fotografía: Pues si. La utilizan mucho las personas famosas. “A mí me gusta este producto. Firmado: Yo, la celebridad.” Y esta bien, pero de nuevo, falta la carga emocional completa.

Sin embargo, siempre han dicho que una imagen vale más que mil palabras, y más aún cuando esas imágenes están en movimiento. No hay nada como poder ver y sentir la emoción con la que un cliente habla bien de una empresa cuando está realmente satisfecho. Es algo contagioso, que transmite sinceridad, realismo y, por lo tanto, es contundente y efectivo.

OJO: Nunca utilices para esto a un actor, por bueno y auténtico que parezca. Ya han habido casos de empresas que han utilizado actores y la han pasado muy mal.

Cualquiera sea la plataforma y estrategia que diseñes para utilizar los testimonios de tus clientes satisfechos, no olvides sacarle provecho a esta poderosa herramienta.

No hay nada más valioso que la recomendación natural y voluntaria de un cliente satisfecho. ¿La utilizas dentro de tus campañas publicitarias?

 

 

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¿Cuando una imagen realmente vale más que mil palabras?

¿Cuando una imagen realmente vale más que mil palabras?

Cuando Una Imagen Vale Mil Palabras - Joel Pinto RomeroLa publicidad, en su forma más sencilla y básica, está hecha para vender productos. A través de catálogos, brochures, volantes, desplegables, material POP, avisos de prensa, vallas exteriores y otros tipos de productos gráficos las empresas comunican a su público objetivo los productos que ofrecen, las características de cada uno de ellos y la oferta de precios, si fuera el caso.

Durante años he escuchado la frase “una imagen vale más que mil palabras” y siempre para mí ha tenido mucho sentido y la he tomado como una regla.

En cualquier propuesta gráfica, la imagen o la composición de imágenes debe transmitir de manera clara y concreta el mensaje o, en todo caso, complementar adecuadamente el contenido del texto que acompaña a las imágenes.

Estos dos elementos, propuesta gráfica y textos, debían mantener siempre un equilibrio muy dinámico: Mucho de uno y poco del otro, y el mensaje podía irse directamente a la basura.

 

Siempre hemos contado con la participación del cliente.

 

En todo caso, siempre hemos contado con que el cliente puede entender el mensaje que queremos enviarle. Bien sea que la foto lo contiene todo, o que el propio texto le aclara al posible comprador cualquier duda que pueda tener, el cliente, la audiencia, siempre ha sido contado como participante activo en el mensaje, a plena capacidad.

Cuando he recibido catálogos por correo, o cuando he visto algún aviso de revista que me llame la atención, siempre he tenido la posibilidad de leer el contenido del texto para entender completamente la oferta propuesta por la empresa y tomar una decisión.

Por eso el tema de que “una imagen vale más que mil palabras” tenía para mí un sentido, si se quiere, blando. Muy cierto, pero blando.

¿Total? Siempre tenía el texto para que me auxiliara cuando la propuesta gráfica no fuese lo suficientemente clara, o no me transmitiera el mensaje completamente.

 

¿Y qué pasa cuando la barrera es el idioma propiamente dicho?

 

Este fin de semana estuve visitando a mi hermana en Hannover, Alemania. ¡Este fin de semana entendí, en mi corazón, porque “una imagen vale más que mil palabras”!

Siempre he estado en países en los cuales el idioma no ha sido una barrera. Inglés o español, me manejo bastante bien por lo que, salvo algunos muy contados casos de palabras inglesas muy rebuscadas o frases con un altísimo color local, no he tenido problema alguno para entender el contenido de cualquier material publicitario.

Sin embargo, no hablo, leo, o escribo alemán y, obviamente, no lo entiendo ni un pelín. Cuando llegué al aeropuerto de Bremen, comencé a sentir una angustia rara, porque pocas de las personas que allí estaban hablaban inglés fluído y mucho menos español, por lo que mis opciones se estaban reduciendo a una sola: alemán.

Y siendo que no lo hablo para nada, pues te puedes imaginar mi situación.

 

Comencé entonces a buscar imágenes.

 

Me encontré buscando desesperadamente imágenes. Propuestas gráficas. Palabras como Ausfahrt, Parkplatz o Lebensmittelgeschäft significaban absolutamente nada para mí. Pero sí los símbolos, como por ejemplo, el muñequito caminando hacia la puerta, que me indicaba una salida.

La prueba final la tuve en el pequeño supermercado de Hannover. Tuve que ir a hacer unas compras yo solo, porque mi hermana se había quedado en el coche con los niños. Cogí el catálogo de ofertas que regalaban en la entrada y, como pude, comencé a unir fotografías con sus precios correspondientes y fue así cómo pude hacer la compra y tener más o menos un estimado de cuanto dinero me iba a gastar.

De hecho, al llegar a la caja registradora, no entendí la cifra que el cajero me dio sino la cifra que estaba indicada en la pantalla digital de la caja. Nuevamente, dependí de un objeto gráfico para entender.

 

Por eso es que una imagen vale más que mil palabras.

Cuando La Barrera Es El Mismo Idioma - Joel Pinto RomeroPor eso es que una imagen vale más que mil palabras. Porque si la persona que está del otro lado no puede leer lo que escribes, que tu propuesta gráfica sea lo suficientemente clara como para hacerle llegar toda la información básica.

En mi caso, una propuesta gráfica clara y sencilla me ayudó a hacer mis compras sin problema.

Y también ayudó a la empresa, la tienda NP Niedrig Preis, a servir a un cliente más y no dejar que su mensaje se perdiera en una propuesta gráfica extraordinariamente creativa pero que no transmitiera con claridad el mensaje de venta.

Y al final, el objetivo es vender, ¿o no?

 

 

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