Es realmente interesante la forma en que la vida misma se empeña en enseñarnos cosas, siempre y cuando estemos dispuestos a escuchar lo que nos tiene que decir, y posteriormente a poner las cosas que escuchamos en práctica, cuando sean para mejor.
Jesús decía en una de sus parábolas que “(…) si no os convertís y os hacéis como niños, no entraréis en el reino de los cielos.” (Mateo 18:3), y estoy seguro de que esto tiene una profunda implicación en nuestras vidas, no solamente para “entrar en el Reino de Dios”, sino también para vivir la vida de una manera más humilde, más sincera, más intensa… no solamente como personas, sino también como empresarios y emprendedores.
¿Por qué digo esto? Como siempre, me explico.
Mi hijo de 9 años, Gabriel David, tiene un blog. Lo ha dedicado a uno de sus juguetes favoritos: los Pokémon. Si tienes hijos en ese rango de edad, seguramente sabes a qué me refiero y de quiénes estoy hablando.
La semana pasada realizamos una caminata por un camino de tierra que rodea el aeropuerto de la ciudad. Es un paseo divertido que nos da la oportunidad de compartir tiempo de calidad, conversaciones, chistes, juegos y por supuesto, hacer un poco de ejercicio.
De pronto, Gabriel David me comenzó a hablar de su blog, de las visitas que tenía, de los países de donde venían (sí… mi hijo de 9 años revisa las estadísticas de su blog), las plataformas que usaban con más frecuencia y esas cosas.
¿De qué hablaremos en este post?
La primera lección: Pasión.
Y a medida que seguíamos conversando de su blog, me comentaba de los múltiples eventos que habían de Pokémon, de los premios y bonos que se podían lograr en los juegos, de estrategias, de las cosas que le habían pasado a él mientras jugaba, de cómo aprendía cosas nuevas, del interés que tenía en compartir estas cosas con las personas que leían su blog.
Los ojos se le iluminaban y sonreía mientras me contaba la historia. Yo podía sentir, con toda claridad, toda la pasión que había en sus palabras y (supongo que porque se trata de mi hijo), no podía dejar de quedar contagiado de ese entusiasmo yo también.
No solamente sabe de lo que está hablando, sino que también disfruta un montón contando las historias que comparte en su blog.
Y yo creo que es una lección que nos viene bien a todos los que tenemos un espacio en el que compartimos contenidos con el mundo entero: El tema no está solamente en crear contenido para conseguir suscriptores, sino en compartir la pasión que sentimos por los temas que más nos mueven.
En mi caso, es el marketing, las ventas, la gestión de negocios y la vida misma. En tu caso, ¿cuál es tu pasión?
Segunda lección: Auténtica colaboración.
Todos sabemos que los niños son los seres más humildes y transparentes del mundo. El ejemplo lo puedes ver en un parque infantil: Juntas a dos niños que no se conocen, que nunca se han visto en la vida, y en dos segundos (tal vez un poquito más) están jugando juntos sin mayor problema, colaborando uno con otro, ayudándose sin mayores complicaciones.
Los adultos somos un poco más complicados que eso, ¿verdad?
A medida que crecemos, los adultos nos llenamos de cosas, de intereses, de prejuicios, de orgullo, de soberbia, de egoísmos, y de otras tantas cosas que no viene al caso mencionar. El punto es que dejamos de ser transparentes y humildes.
Y al no ser transparentes ni humildes, perdemos nuestra capacidad de colaborar honestamente, sin segundas intenciones, sin egoísmo.
¿Cómo me lo enseñó mi hijo Gabriel David? Pues publicando una entrada en su blog en la que se disculpaba sinceramente con su audiencia por haber pasado algunos meses sin escribir artículos nuevos.
Además que ofrecía, con toda honestidad, la explicación: “Ya que sabemos que son épocas del cole” 😀
Además, en su deseo de colaborar, publicó también una entrada en la que le decía a sus lectores, y a los padres de sus lectores, que “mi papá (o sea, yo) tiene un blog de marketing y ventas”. ¿Qué me pidió a cambio? Que hiciera yo lo mismo y hablara de su blog en mi blog.
¿Existe alguna forma más desinteresada de colaborar? ¿Cuando fue la última ver que te ofrecieron un trato en el cual no sentías que se estaban aprovechando de ti?
Tercera Lección: Gratitud hacia tu audiencia.
Estamos tan encerrados en lograr cosas, que nos olvidamos los pequeños detalles. ¿Cómo lo aprendí de mi hijo? Publicó una entrada sencillita, casi podríamos llamarla el “tweet perfecto” de 106 caracteres en la que le daba las gracias a su audiencia por haber alcanzado las mil visitas.
«GRACIAS, GRACIAS. ¡Todos vosotros los que veis mi blog me habeis conseguido 1079 visitas! Sois los numero 1.»
Y siendo que las lecciones que aprendemos son para ponerlas en práctica en nuestras vidas, yo quiero aprovechar esto que he aprendido de mi hijo, Gabriel David.
Un millón de gracias para todos ustedes, mis número 1, mis lectores, la gente que soporta todas las cosas que escribo aquí, en este espacio que este mes está cumpliendo tres añitos de existencia.
Si señor. Tres añitos ya. ¿Y qué mejor manera de celebrarlo que compartiendo con ustedes estas tres bellas lecciones que aprendí de mi hijo?
¿Qué me queda por hacer? Reiterarte mi compromiso de seguir compartiendo contigo los temas que me apasionan, seguir haciéndolo de la manera más transparente y humilde posible, aunque tengo que reconocer que soy un adulto grandecito ya, y recordarme siempre de darte las gracias porque, sin ti, este espacio estaría sencillamente vacío.
A ti, mi apreciado lector, por haberme seguido durante estos tres años y haberme acompañado en este viaje tan enriquecedor. Y a mi hijo Gabriel David, por la bella lección que, sin saberlo, me ha enseñado y me ha llegado al corazón.
¡¡¡Gracias, hijo querido. Y sigue para siempre así, con el mismo entusiasmo y dedicación!!!
Crédito fotografía: Elias Andres-Jose en Unsplash
Artículos que te recomiendo leer:
Por supuesto, te invito a visitar el blog de mi hijo Gabriel David, se llama “My Pokemon Games”